Hartos de las noticias sobre el coronavirus: activen la imaginación

No sé si le sucede lo mismo amigo, pero a esta altura de los acontecimientos trato de saber lo menos posible del coronavirus, los muertos, los nuevos casos, los casos viejos, los recuperados, los aplausos de las 9 de la noche, si lo fabricaron los murciélagos o lo desperdigaron los chinos. Estoy harto. Por supuesto que me importa lo que sucede, pero con media hora de un noticiario cualquiera de la televisión de Buenos Aires, estoy hecho. No necesito más. Suficiente.

Quiero pensar en otra cosa y el teléfono me sigue bombardeando con mensajitos de amigos de los dos lados de la grieta: imagínate lo que hubiera sido esto con el anterior o más desastroso que el actual no puede haber. Ya ni los abro. Sé qué van a decir con solo mirar el remitente. A varios les he avisado que no van a convencer a nadie, pero igual siguen poniendo “Reenviar” y le dan duro a los dedos con una pasión digna de mejores causas.

No entiendo para qué tengo que saber más que lo básico: no debo salir de mi casa, si salgo al volver me cambio los zapatos en la entrada,antes de tocar a nadie me lavo las manos con pasión, como si hubiera estado manipulando aca, uso la mascarilla casera como lo indican las normas ISO 9000, por encima de la nariz y por debajo de la barbilla, saludo sin acercarme a los amigos que reconozco por la calle y trato de gastar plata lo menos posible porque esto va para largo.

Está bien que los periodistas tengan pocos asuntos de qué hablar, pero ahí está el mundo para que lo recorran de punta a punta, sin nadie que los estorbe. Informen lo que quieran. Vayan al río y fíjense cómo corre el agua, ahora se ven pescados en la orilla, ¿si miran las calles vacías no se les ocurre una reflexión? No sé, algo. ¿Por qué no entrevistan a los que hacen fila para cobrar el ingreso de emergencia?, ¿qué creen que no tienen sueños, no sufren, no son gente? Pregunten a los jubilados del banco qué tal la van llevando, qué les hace falta, capaz que ni plata piden y solo quieren alguien para conversar. Hablen por teléfono con artistas y artesanos, pregúntenles cómo están sobreviviendo.

Usted disculpe, pero lo veo a ese Daniel López Rosetti por la tele y me agarra una náusea atroz. Si no tienen más asuntos de actualidad para pasar a esa hora, vuelvan a Yo soy espía, a Hijitus a Rosa de Lejos, no sé, pongan viejos videos de Gómez Fuentes, los goles de Kempes, algo distinto. Activen la imaginación.

¿Qué creen que somos tontos, bobos, lelos, que no nos hemos dado por enterados de cómo hay que lavarse las manos? A toda hora vuelven sobre lo mismo, dale y dale. Un día tras otro, tras otro, tras otro con lo mismo, lo mismo, lo mismo. En serio, ¡ya está, po!

Juan Manuel Aragón                   

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