23/09/2020

Opinión

Anécdotas y “Normas Iso 9000”, del fenecido juarismo en Santiago del Estero

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Anécdotas y “Normas Iso 9000”, del fenecido juarismo en Santiago del Estero

Algunas anécdotas del juarismo santiagueño deberían figurar en el Libro de oro de la iniquidad de los países bajo el río Bravo. Quienes han vivido ese sistema, lo olvidaron más rápidos que ligeros cuando se supo que Carlos Arturo Juárez y su esposa, Mercedes Marina Aragonés, “Nina”, “Señora Nina” o “La Señora”, no volverían al poder.

La política oficialista se movía por ramas, a saber, política, gremial, juventud y femenina, clásicas del peronismo. Pero en realidad las únicas que contaban eran las de los hombres y de las mujeres (los nenes con los nenes, las nenas con las nenas). La rama femenina, también llamada “Quijotes con faldas” era completamente autónoma.

Los funcionarios varones no podían ni siquiera sugerir el nombramiento de una mujer, si las miraban feo tenían sus días contados, si osaban protestar o denunciarlas por alguna acción, eran inmediatamente fulminados por la ira de “La Señora”. Juárez no tenía facultad ni para firmar el traslado de una maestra suplente, eso lo hacía solamente “Ella”. Era una norma “Iso 9000”.

Se cuenta de un periodista que fue llamado por teléfono por una mujer de “La Rama”. Mientras cortaba, dijo algo así como “estas tontas”, e hizo clic. Pero la mujer, que no había colgado, sí lo oyó, lo transmitió a la “Nina” y luego de algunos meses, el hombre perdió el trabajo. Durante un tiempo, muchos en la calle lo esquivaban cual un apestado.

En el último período de la diarquía, ministros, diputados, concejales, tenían terror de ser denunciados por los propios compañeros, ávidos de entregar a uno al matadero, con la esperanza de ascender ellos mismos. Altísimos funcionarios, cuando los hablaban por teléfono Juárez o la NIna, aún si estaban solos, se paraba y musitaban: “Sí mi gobernador, no mi gobernador”. Si estaban acompañados en ese momento, se ponían de pie, pero en posición de firmes.

Hubo un caso comentadísimo. El odio de la pareja gobernante hacia César Eusebio Iturre, sucesor de Juárez en 1987, era muy grande. Al morir, le negaron los honores por haber sido la máxima autoridad de la provincia. Sus allegados publicaron avisos fúnebres en los diarios. Un diputado juarista había sido ministro del finado: nadie vio mal su actitud. Al parecer fue una pequeña trampita de algún pícaro, pues al día siguiente salió su desmentida en ese periódico. Debe ser el único caso en la historia en que alguien desmiente ¡un aviso fúnebre!

Le cuento la anécdota de los “Protectores Ilustres” y termino, porque se está haciendo tarde. Ese mismo diputado del aviso fúnebre preparó un proyecto, para declarar a Juárez y a un médico, ciudadanos ilustres de Santiago. Se lo llevó a un colega para mostrarlo. Luego de conversar un rato, comisionaron a un secretario para que volviese los papeles a la oficina. En el camino, el comedidoclos leyó. Arriba estaba la declaración de ciudadano para Juárez y abajo para un médico muy conocido de la provincia. Nadie lo miraba,entonces invirtió el orden.

Al día siguiente, cuando se presentaron los proyectos en la Legislatura, el primero declaraba ciudadano ilustre al médico y el número dos, al gobernador. Cuando se lo llevaron aprobado, por poco se lo tiró en la cara. “¡Cómo me van a poner a mí, a mí, Carlos Arturo Juárez, en segundo lugar”, trinaba. No hubo más remedio, redobló la jugada y lo declaró Protector Ilustre, a él y a su señora, por las dudas.

Conclusión en primera persona. Esto lo redacté anoche, tarde. Después de releerlo varias veces sentí vergüenza ajena. Y propia, aunque no fui funcionario ni nada de esos gobiernos. Parte de ese tiempo milité en grupos políticos en desacuerdo con ese régimen. Creo que el viento de la historia era muy fuerte, para detenerlo con las manos. No me perdono no haber hecho más.

Juan Manuel Aragón                   

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