16/10/2020

Opinión

La guaranga costumbre de andar chupando una bombilla

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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La guaranga costumbre de andar chupando una bombilla

Vamos decirlo de entrada, es una fea costumbre la del mate, por lo menos como se lo toma ahora, en todo lugar, a toda hora, en cualquier circunstancia. Antes de seguir, una aclaración, me encanta el mate amargo, tomo un termo a la mañana y otro completo, a la tarde, como ahora mientras redacto estas líneas, pero lo hago en casa, si viene alguien, lo dejo a un lado, ofrezco un té, un café, un jugo y me sirvo de eso también, digo. La buena educación es fundamental en las relaciones entre la gente.

¿Por qué aguantar, en una oficina pública o privada o en un comercio, a un empleado atendiendo entre chupada y chupada?, una falta de respeto total. A veces los ojos se van acostumbrando y lo que hace 10 ó 20 años era un escándalo, hoy es normal. A los chicos ahora los mandan a la escuela con agua en una botella de plástico y un tubito encima y también andan por la calle chupando con cara de bobos.

Oiga, en serio no tengo nada contra el mate, de hecho escribo esta nota con el combustible de unos buenos amargos, pero en la intimidad de mi casa, de alpargatas y camisa arrugada. Me encantan las ruedas de mates entre amigos y parientes, sobre todo cuando voy al campo y me invitan: “Venga, siéntese, no se va a ir sin tomar unos mates”. Las reuniones familiares alrededor del mate, a la mañana temprano o a la nochecita son estupendas, invitan a la conversación amena, al cruce de opiniones desapasionado. Pero el momento, su nombre lo dice, tiene un principio y un fin. Se terminó la hora del mate y chau, cada uno sigue con lo suyo.

Si quiere decirme antiguo, retrógrado, obcecado, reaccionario, hágalo, no me importa. Tampoco me pongo pantalón corto para ir al centro a mirar vidrieras ni, mucho menos entrar en al café a conversar con los amigos. Andar chancleteando, hombres grandes por las calles me parece un horror. Y esos zapatos de goma, los cocodrilos, ¡son un espanto! Entiendo que los use quien debe estar de pie todo el día pues, dicen, son muy cómodos. Si es así ya debieran inventar los borceguíes cocodrilo para el policía de guardia, todo el santo día, en la puerta del banco o en la calle, pobre, parado durante extenuantes turnos.

Mi madre no permitía que los hijos la acompañáramos al centro de zapatillas. Para salir con ella debíamos ponernos zapatos: las zapatillas eran para jugar a la pelota y andar chivateando por ahí, ¿entiende? Debíamos vestirnos como corresponde, para pasear con una dama. “¡Y prendete los botones de la camisa, no sos un forajido o un despatarrado para andar mostrando el pecho por ahí!”, agregaba. No íbamos a andar con esas gomas olorosas en los pies, mientras ella se había vestido de punta en blanco para ir al centro.

A veces salimos con la patrona los fines de semana y vamos a bares también frecuentados por jóvenes. Es curioso observar a las chicas, han ido a la peluquería, se han perfumado, se pintaron la cara, tienen puesta su mejor joyería para un sábado a la noche y se echaron encima la pilcha más linda del ropero, quizás hasta se pelearon con la hermana por una blusa. Y el acompañante, novio, marido o algo, lleva pantalones inmundos de dos semanas sin conocer jabón, una chomba que bien podría servir para darle a un trapito, así la usa para repasar autos y zapatillas sucias con los cordones sin atar. Oiga, si fuera moderno diría, es violencia de género, como soy antiguo me parece de un mal gusto brutal, de bestias. Loco, tené consideración de tu chica, no te pongas traje y corbata, tampoco la ridiculez, oíme, pero al menos tomate un baño, no te va a venir mal, en serio. Mucho más si vas a salir con una mujer linda y bien vestida.

Volviendo al principio: uno llega a un comercio a comprar bulones pongalé, el tío lo atiende con el mate en la mano, le dice el número, va al fondo a buscarlo con el mate en la mano, vuelve de allá con el bulón y el mate en la mano, lo compara con la muestra de usted con el mate en la mano, le dice el precio con el mate en la mano, le cobra con el mate en la mano, le da el vuelto con el mate en la mano. Si el tío estuviera tomando café, té, mate cocido, jugo de frutas, licuado, leche, yogur o cerveza, los dejaría sobre la mesa para atenderlo, para no pasar por guarango, pero como es mate, le falta el respeto tranquilo. Quién eme se ha creído que es.

También me indigna cuando llego a una oficina y me dicen “ya lo van a atender los chicos”. En ese caso siempre digo: “A mí, por favor, mándeme un adulto o me retiro, no quiero saber nada con niños”. Siempre creen que hago un chiste, y no lo es, pero es otra historia, para otro día talvez.

Ahora, permiso, lo dejo, está hirviendo el agua y debo preparar la segunda tanda de mis solitarios amargos de la jornada.

Buenos días.

Juan Manuel Aragón                   

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