17/10/2020

Opinión

La civilización cabe en la espalda de Platón o en el palito de Aristóteles

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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La civilización cabe en la espalda de Platón o en el palito de Aristóteles

Debe haber sido una maravilla vivir en los tiempos inaugurales de la humanidad, cuando muchos desdeñaban la escritura, de la misma forma en que ahora varios descreen —quizás con razón— de la potencia transformadora de internet. Imagínese, unos 400 años antes de Cristo vive un tal Arístocles que, como tiene la espalda ancha, le dicen “Platón” enseña en los jardines de Academos, en Atenas. Luego, en su recuerdo, en el mundo surgen miles, millones de ´academias´ para enseñar corte y confección, dibujo, matemáticas, dactilografía y taquigrafía, peluquería, física, yudo, astrología, lo que se le ocurra, tal vez sin tener conocimiento de la existencia del griego aquel.

Aristóteles, alumno de Platón, tiene un método de enseñanza quizás genial, se pasea dando vueltas alrededor del templo dedicado a Apolo Licio. A sus alumnos los apodan peripatéticos; si usted sabe griego, no ignora que ´peripatein´, en ese idioma, significa justamente, dar vueltas.

Platón y Aristóteles imaginan el mundo, cada uno a su manera, y toda la filosofía que viene luego, reconoce al menos un principio existente en la cabeza de estos griegos, ignorantes de la electricidad, la aloja al hielo, los aviones, el reloj a  cuerda, el acero inoxidable, el petróleo, los plásticos. También desconocen algo tan fundamental como los estribos de los aperos para ensillar caballos, con los que luego se hace posible el florecimiento de la Edad Media.

Andaban, como quien dice, abriendo picadas en el mundo. Alejandro de Macedonia envía animales raros, vivos o embalsamados, a su maestro Aristóteles, así los analiza, pues en aquel tiempo la filosofía no es un saber especializado como ahora: abarca todo lo susceptible de ser estudiado, desde zoología hasta política.

En la Hélade se funda la civilización, allí adquiere su soporte, su sentido. El destino llega luego, con el cristianismo. Pero, volviendo a los griegos, un buen día toman una decisión fundamental: ellos son Europa, al lado está el Asia y enfrente el África. Esa división básica del orbe conocido sigue funcionando hasta estos días. Luego se agregan América y Oceanía. Pero ya están al descubierto las tres cosmovisiones primigenias del orbe, tal como es conocido ahora.

Volvamos a unos 230 años antes de Cristo, cuando un tal Eratóstenes, griego de Egipto, mide la circunferencia de la Tierra. Mediante procedimientos matemáticos relativamente sencillos la calcula en 230.000 estadios unos 42.550 kilómetros, le erra por poco —pega en el palo— pues la Tierra no es completamente redonda como una pelota, tal como suponía el ñato, sino aplanada en los polos. El mundo anda en bombachita de goma y su gente ya tiene idea de la inmensidad del globo terráqueo, de yapa está consciente de ser menos que el próximo punto y aparte de este párrafo, medido en las razones de la eternidad de los tiempos.

Platón y Aristóteles son de alguna manera, bautizados por el cristianismo y, San Agustín y Santo Tomás mediante, trascienden el universo de su época, la filosofía, la teología. Y se forja el pensamiento actual, tejido de telarañas de ideologías, poblando la comunicación, haciéndose cada vez más especializado. Es obvio, en el medio hay avances debidos al aporte de otros pueblos, los romanos con el derecho civil y el consecuente concepto de ciudadanía, opuesto a extranjería, los árabes con sus números, la medicina, la arquitectura y sus ansias imperiales de conquistar Europa, frenadas durante siete siglos por la España gloriosa, los bárbaros y el desafío del choque violento entre dos culturas, al final fundidas en una sola.

Pero, en el principio siguen brillando los dos sabios griegos a quienes el mundo y los argentinos en particular, les debemos el hecho de haber inaugurado desde grandes pensamiento, como la independencia de la patria y la noción de soberanía, defendida tan bien durante la primera parte del siglo XIX, hasta pequeños detalles de la vida cotidiana, como Pica Cáceres o Jaimito y el mate como apoyo de la enseñanza escolar.

Ah, ¿no cree? Bueno, le cuento.

Platón escribe todos sus libros en forma de diálogos con su maestro, que posiblemente no existió jamás. Se supone que la mayoría de sus libros no son diálogos veraces, oídos de su profesor, sino inventos, historias, cuentos: imagina su propio Jaimito o Pica Cáceres, le pone de nombre Sócrates, le idea una madre partera y un método pedagógico, la mayéutica, y a través de ése simple recurso apoya sus enseñanzas en pláticas que supuestamente mantiene con sus discípulos.

Aristóteles sostiene que, para enseñar es mejor si el profesor tiene algo en la mano, como un palito, antecedente del puntero, poderosa arma didáctica muy útil y popular, durante un buen tiempo en las escuelas. Muchos no hubieran aprendido a hacer la “o” con un vaso si no hubiera sido por el dichoso madero, duro y doloroso. Los argentinos, en la rueda de todas las tardes, apoyan sus dichos en el mate, dicen: “El camión venía del sur” y señalan en esa dirección con el mate en la mano. Hablan de la redondez de una idea y hacen un círculo con el mate. Pegan un balazo imaginario a alguien y se ponen la mano del mate en la camisa, mientras dicen: “¡Pum!, le apagó un tiro en el pecho”. El mate es el palito de Aristóteles, el puntero.

Ya sabe don, si relata un cuento de Jaimitoy hace gestos con el porongo en la mano, es obvio que resume, en esa sola acción, toda la civilización desde los sabios griegos hasta la fecha. En ese sentido, el gusto por el mate del chaqueño Luis Landriscina, lo convierte en el filósofo más cabal de los argentinos.

¿Conoce el último de borrachos?

Juan Manuel Aragón                   

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