23/10/2020

Opinión

Que vuelva el budín de pan, maravilla del mundo antiguo

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Que vuelva el budín de pan, maravilla del mundo antiguo

¡Pst!… ¡pst!..., ¡amigo!..., ¡amigo!... ¡oiga don!, a usted le hablo, ¡sí!, ¡sí!, ¿a quién más?, ¡al que está leyendo el diario en el telefonito! Diga, ¿le gusta el budín de pan? ¡Qué delicia!, ¿qué no? ¿Usted le pone crema chantillí? Solo, sin nada, a lo coboy, digamos es muy rico, pero también es exquisito con dulce de leche y con mus de mandarina no le digo nada, una verdadera sabrosura, se escriba como se escriba la palabra “mus”,a la hora de comer no vamos a andar haciendo lío por cuestiones lingüísticas.

Mire usted, algunas mujeres dicen que este postre sirve para no tirar el pan de anteayer cuando se ha endurecido de forma irremediable. Es una golosina, ¿no cree? Y cual si fuera un caramelo, nadie pide un platazo de budín, se lo saborea poquito nomás, siempre viene de postre luego de un rico almuerzo.

Es el bocadillo ideal para la sobremesa: deja el paladar suave y dulce, para después tomar la última borra del vino del almuerzo o la cena, e ir terminando la conversación sobre bueyes perdidos con la patrona y los hijos quizás, tal vez con los amigos.

Esta maravilla de las maravillas de la cocina mundial, no tiene excelsos poetas cantándole una oda o dos, es poco y nada nombrado en las novelas antiguas y modernas, ignorado por quienes estudian el folklore actual de las ciudades y pueblos de la Argentina y dejado de lado por los grandes chefs. Quizás prefieren otras mezclas, la cocina macrobiótica, los sabores oleosos del Mediterráneo, las tortas con impronunciables nombres francesesy no este plato de origen casero, sencillo y siempre bien recibido.

Junto con la sopa de trigo y garrón de vaca —también llamada consomé de huesito gustador— el budín debiera figurar entre las preparaciones fetiche de los cocineros de la tele, afanados en describir la manera de hacer una masa filo, esmerándose en presentar almejas con arroz, como si fueran comida de todos los días o mostrando las mil y un maneras de usar la cúrcuma o el jengibre, cual panacea para todos los gustos, sólo porque están de moda.

El día que a la cocina le falte la sorpresa de un budín de pan hecho con el amor, el cariño y la sapiencia de una buena ama de casa, habremos de prepararnos pues en una de esas esté próximo el Fin del Mundo, tal vez queden horas para el cataclismo universal, quién le dice que no llegue con furia la mentada Parusía, tan nombrada por quienes conocen la Biblia y sus alrededores. Para mayor conocimiento de los lectores, cabe recomendar un texto clásico “Cristo ¿vuelve o no vuelve?”, del siempre actual Leonardo Castellani, sacerdote jesuita, sí, pero de los buenos: no se hallarán ahí referencias al budín, pero sí hay noticias de la feliz jornada del regreso de Nuestro Señor, jornada dulce, seguramente.

Amigo, si puede, esta semana pídale a la patrona un budín de pan, agregue amor y una buena dosis de sonrisa, quién le dice, en una de esas hasta recompone su matrimonio, si venía cuneteando por los barquinazos de la vida.

Disfrute, antes de que sea demasiado tarde, de esta maravilla del mundo antiguo. A quien suscribe esta nota le gusta con crema de leche, por el sabor, por supuesto, pero también para tener una comida especial para echarle la culpa el día de la muerte, envuelta con el papel de regalo de uno de los siete pecados capitales.

Tal vez, al llegar al Cielo le diga a San Pedro: “Mi mayor pecado ha sido el de la gula” y el barbudo dude entre mandarme al Infierno o al Purgatorio. Pero si le aclaro: “Era gula pero de budín de pan”, quién le dice si no me abre las puertas del Cielo, sólo porque honré las manos de quien preparó semejante manjar.

Juan Manuel Aragón                   

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