11/01/2021

Opinión

Un animal se juega la vida por la humanidad y recibe desprecio y muerte

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Un animal se juega la vida por la humanidad y recibe desprecio y muerte

Aviso para asociaciones de defensores de los animales. Todos los días amanecen en los caminos de la provincia, cientos de sapos aplastados por inescrupulosos automovilistas. Los dejan achatados contra el pavimento, sin tener en consideración que también son hijos de Dios, como los hermanos perros, las hermanas pulgas, los hermanos escorpiones, las hermanas moscas y demás. Pero, si se nombran los sapos, siempre resuenan la voz del chileno Alejandro Flores Pinaud, quien lo imaginó cantor, junto a una laguna tal vez muy parecida a tantas otras de este otro lado de la cordillera.

Sapo de la noche, sapo cancionero // Que vives soñando junto a tu laguna // Tenor de los charcos, grotesco trovero // Estás embrujado de amor por la luna.”

Animal de otros tiempos, estudiado en la escuela como benefactor de la agricultura, antes de que se pusiera de moda la ecología, pues comía los bichitos malsanos para las plantas. Quién iba a decir que con el tiempo se convertirían en centro del imaginario blanco de desaprensivos automovilistas despreciando torpemente su existencia solo por su pobrezade espíritu y por ser desharrapados.

“Yo sé de tu vida sin gloria ninguna // Sé de las tragedias de tu alma inquieta // Y esa tu locura de adorar a la luna // Es locura eterna de todo poeta.”

Quizás creyendo estar a solas, de noche se asoman a la luz de los focos de las grandes avenidas y caminos pues atraen los bichos que dan vueltas en el ambiente. De un solo lengüetazo, ¡zas!, los van manducando. Sin ellos y sin los simpatiquísimos murciélagos, moriríamos aplastados bajo toneladas de sabandijas de toda clase, reproduciéndose con mucho placer y poco freno en la madre naturaleza.

“Sapo cancionero // Canta tu canción // Que la vida es triste // Si no la vivimos con una ilusión.”

En mi barrio solían vivir dos hermanas solteronas, enfurecidas contra quienes maltrataban a los pobres perritos callejeros. La gente les empezó a dejar, en secreto, cuantos hallaba en la calle, así ellas los criaran. Después también les endilgaban gatitos y una vez alguien renunció a unos enormes y simpatiquísimos conejos blancos, y se los puso en el jardín de enfrente, en una jaulita, de regalo. Se enfurecieron contra los vecinos, ¡viera! Es una falta de respeto, decían, no hay derecho, se enojaban, les das la mano y te agarran el codo, repetían alborotadas, no nos entienden, repetían, ya van a ver, amenazaban. Es que la gente tiene un alma literal, le dices “a” y entiende “a”, ¿quieren a los animalitos?, tomen animalitos.

“Tú te sabes feo, feo y contrahecho // Por eso, de día, tu fealdad ocultas // Y de noche cantas tu melancolía // Y suena tu canto como letanía.”

Si ha llovido durante la jornada, la laguna cercana a la casa se llena de voces a la noche, las ranas hacen coro, mientras ellos sacan a relucir su canto grave y destemplado, al compás de una guitarra imaginaria y monocorde. Es una maravilla sentir los ruidos del bosque, llegando claritos, verdes, oportunamente alunados, bendiciendo el agua, la vida, el sentir del alma cuando está alborozada.

“Repican tus voces en franca porfía, // tus coplas son vanas como son tan bellas. // No sabes, acaso, que la luna es fría, // porque dio su sangre para las estrellas.”

Si a uno se le muere un caballo, lamentará por la suerte de su sillonero, lo recordará atado al sulky, narrará a los amigos en fogones tardíos, las aventuras que vivieron juntos y hasta compondrá tiernas y sentidas endechas en su honor. Pero si justo al frente de su casa, la otra noche una camioneta Ford colorada con un inadaptado social al volante, aplastó el sapo que lo libraba de los insectos ni por enterado se dará. No se pide una ceremonia para despedirlo, pero al menos recuerde: era un buen amigo de la humanidad.

El último sobreviviente del tiempo de los dinosaurios, acechando sus presas en el patio de la casa de cualquier lector de este diario, ha terminado anoche, hecho papelito contra el asfalto. Vaya al menos este humilde homenaje.

Y su retrato postrero.

Juan Manuel Aragón                   

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