24/02/2021

Opinión

Los teléfonos de antes también tenían su encanto poético

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Los teléfonos de antes también tenían su encanto poético

Pasó hace tiempo, pero muchos nos acordamos cómo eran antes las llamadas de teléfono. El aparato no era universal ni un derecho primario del cristiano, sino privilegio de pocos. Si en la cuadra había un vecino con línea, lo teníamos adorando. Dábamos su número para que nos hablen los parientes, pero solo en caso de suma necesidad, casi siempre para comunicar desgracias.

Las llamadas de larga distancia eran todo un tema. Para hablar a Buenos Aires se debía preguntar cuánta demora había. Por ahí te decían “tres horas, condicional”. Una tormenta en Ceres había cortado la línea, si tenías suerte y la arreglaban, hablabas, si no, pecho.

En las casas con teléfono, las llamadas a los parientes de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, se hacían a los gritos: “¿Cómo?... ¿es suerte de queeé?... ¡Ah, no! ¿Ha muerto quién?... ¡No me digas!, ¿crepó Horacio?... pero tan bien que andab… ah, ¿no murió Horacio?, ¿entonces quién…? ¡Ah, el tío Nacho!”. Y así un rato largo: no se oía un pomo.

Los teléfonos eran de baquelita, negros, relucientes, traían un disco con los números. Hace poco hallé uno en un negocio, llevé a mi hija para enseñarlea marcar, sólo para no perder un conocimiento tan inútil en los tiempos actuales, y poético, aunque no sé bien por qué.

Hace más de treinta años dejaron de ser estatales. En Santiago del Estero, Tucumán, Mendoza, siempre fuimos de la Compañía Argentina de Teléfonos, empresa privada holandesa, creo. Pero al tener la vaca atada, nunca modernizó el sistema, desmintiendo dos máximas del liberalismo vernáculo: una, las empresas privadas son siempre mejores y dos, los europeos son otra cosa.

Juan Manuel Aragón                   

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