Los bárbaros invadieron la perla del norte

Tucumán era, tradicionalmente, la joya del norte, su centro, la perla más preciada de santiagueños, jujeños, salteños, catamarqueños. La admirábamos de lejos por sus industrias, su paisaje, lo fecundo de su tierra y por su espíritu independiente.

Sigue manteniendo aquel impulso que la colocó, económicamente, al frente de las provincias de esta parte del país. Pero en los últimos 30 o 40 años, ha ido perdiendo sus características. ¿Se vino abajo?, quizás. Para decirlo francamente, como que se proletarizó.

Hoy da pena llegar desde cualquier punto cardinal, ya sea en auto o en ómnibus. Sus orillas exhiben impúdicamente una pobreza lastimosa. Quienes la visitamos de vez en cuando, cerramos los ojos y pensamos en que, finalmente haremos trámites en el centro. Pero ahí la miseria es mayor. Con un hedor lacerante. Peor cuando queman sus cañaverales.

¿Cuándo aceptaron vivir de esta manera los ñañitas?, ¿qué culpas de qué vidas anteriores están pagando?, ¿por qué aceptaron el actual estado de cosas y se quedaron en el molde?, ¿qué hicieron, cuando llegaron los bárbaros?

En la década del 70, en medio de las convulsas luchas políticas, hubo un “cordobazo” y un “rosariazo”, entre otros estremecimientos argentinos. Ahí hubo dos “tucumanazos”, mostrando un espíritu de rebeldía que se apagó —o quizás lo sofocaron— para siempre. Una lástima. ¿Los tucumanos tendrán la fuerza necesaria para sacudirse de encima a quienes la destruyeron, y ser de nuevo el Jardín de la República que conocimos de chicos? Al menos deberían intentarlo, pues merecen mejor suerte.

Juan Manuel Aragón                   

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