Los shows de la televisión de Buenos Aires desparraman mugre

Annelies Marie Frank, Ana Frank, fue una niña alemana con ascendencia judía, mundialmente conocida por su diario íntimo en el que relató los casi dos años y medio que pasó ocultándose de los nazis, en Ámsterdam, durante la Segunda Guerra Mundial, con su familia y otras personas.

Ese diario, hecho libro, es uno de los más reeditados y traducidos del mundo. Pero incluso quienes no lo han leído saben quién era Ana Frank, conocen su historia y alguna vez, vieron su fotografía, en blanco y negro. Es una chica de doce años y su rostro, su mirada, rezuman la inocencia de alguien de esa edad.

La televisión de Buenos Aires, transmitida en directo a todo el país, viene en picada desde hace años. No ha dejado procacidad por hacer o decir ni mentiras por divulgar ni notoriedades por destruir ni prostitutas por ensalzar. Dicen que pierde audiencia porque la gente mira más internet o Netflix, pero eso es echar las culpas afuera, ella misma, con su inmundicia, provoca que la gente se divierta mirando otras cosas.

Hace unos días, en uno de sus podridos shows, mientras una señora bailaba desnuda al ritmo de “Yo no soy esa mujer", de Paulina Rubio, detrás, en una pantalla, aparecía el rostro de Ana Frank. La señora bailarina entonaba la canción, sobre todo en la parte que dice: “Yo no soy esa mujer, que no sale de casa”.

A los provincianos nos da un poco de asco la ordinariez de muchos artistas porteños, casi del todo volcados para el otro lado de la vida. En este caso asombra, además, la ignorancia de manual que han exhibido sin pudores. Uno quiere creer que detrás de esos programas, cuya audiencia se mide en centenares de miles de televisores encendidos, había gente con una pátina de cultura al menos. Pero son todos igual de guarangos, groseros, bastos, maleducados e inciviles.

Juan Manuel Aragón

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