Los sirupíticos, los tilingos, los tontos, los conspirativos y un servidor

Es casi seguro que la palabra “sirupítica” nació en América. Los diccionarios la definen: “Fruncida, estirada, ´que se hace la qué´, llena de mohines, histérica”. El término también cabe a los hombres.

Un escalón arriba, el tilingo, es el superficial, ridículo, tonto, que demuestra poca inteligencia al hablar. No es tan cierto, pues conoce sus limitaciones, pero no quiere superarlas, se apoya en la moda, lo que se usa, el pensamiento de la mayoría, y hace lo mismo, cree que, yendo con la tropa, como burro a Bolivia, nada malo le sucederá.

Más adelantados, los Tontos de un solo libro se aferran a una idea o muletilla para combatir a sus contradictores. Había uno que solamente leía los libros de Juan Domingo Perón, ex Cangallo. Tenía una respuesta para cada pregunta política, social, económica o existencial y no había forma de sacarlo de ahí, pobre tipo.

Casi en la cima, los Conspirativos. En todo ven un plan para apoderarse del mundo, dominar a la gente, engañar a las mayorías. Los complots son de a), la masonería b), el sionismo c), la plutocracia d), los poderes concentrados e), Estados Unidos o f) la sinarquía. Parecen pasados de moda, pero como se vio durante la pandemia, siguieron reproduciéndose. En general niegan la redondez de la Tierra, la llegada del hombre a la Luna, el beneficio de las vacunas y por las dudas, a Dios y Señor Nuestro.

El autor de estas notitas mira al resto de los tontos desde la punta del Everest de la necedad, la sandez, la ignorancia supina. Su única virtud, si se le puede llamar, es haber tenido la constancia de llenar páginas virtuales con pensamientos repletos de obviedades, interesantes para casi nadie. Y firma

Juan Manuel Aragón

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