Santiago del Estero sigue extrañando a Gilda Roldán

Extraño a Gilda Roldán, quien me honró con su amistad. “Dimensión”, la librería de Santiago del Estero que regenteó fue, durante años punto de reunión informal de amigos que andaban por el centro y querían conversar un rato de algo interesante, primero en la galería Tabycast, luego en La Plata y Salta y al final en La Plata, al lado de El Orensano.

Era una dama fina y delicada. Dedicada a Francisco, Elmina y Lucianita, sus hijos. A los 12 o 13 años, me ayudó a salir de Julio Verne, Emilio Salgari, la serie “Bomba”, haciéndome conocer la literatura “para grandes”, digamos.

Su marido, Francisco René Santucho, hermano del célebre jefe guerrillero Mario Roberto, tuvo una importancia capital en la formación de grandes pensadores santiagueños, como Carlos Zurita y Julio Carreras. Empezó militando en un anticomunismo cerril y terminó tratando de imponer la idea de una revolución en la Argentina, alejada del colectivismo y el capitalismo que dividían el mundo.

Se adentró en la cultura local, estudió las costumbres y el quichua santiagueño y, exiliado en el Perú, bajó a Bolivia y siguió analizando ese mundo de idiomas, imágenes y emblemas cruzados. Desapareció quizás en Tucumán, luego de pasar un tiempo proscrito en su tierra.

Desde entonces y hasta su muerte, ella conservó el espíritu de la librería, en una de esas aferrada a la esperanza de su regreso.

Hace unos años le dio un ataque al corazón, anduvo un tiempo medio como recuperándose y al final empeoró y se fue para siempre. Desde ese día Santiago sigue siendo el mismo, ¿ha visto?, este fin de julio el lila de los lapachos pinta el cielo de la ciudad, las palomas de la plaza Libertad siguen siendo las mismas, dentro de unos días el viento de agosto volará los barriletes de los barrios. Y en el aire flotará su recuerdo.

Juan Manuel Aragón

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