17/11/2021

Opinión

INAUGURACIONES

Por ahí la solución a los males de la Argentina es poner un rey

(Especial para El Diario 24)

Debiéramos agenciarnos un rey, digo, ahora que está de moda hablar de los problemas de la Argentina y la manera de solucionarlos. Como el de los ingleses, que reine, pero no gobierne. Por comodidad y para que no se la crea, podríamos hacer que su mandato dure igual que el del Presidente de la Nación. También podría ser una reina, lo mismo es.

Por qué tan peregrina propuesta, querrá saber usted. Bueno, es sabido que las autoridades están para gobernar: actividad que requiere tomar decisiones tales como firmar decretos, ponerse de acuerdo con la oposición, resolver medidas de gobierno, responder a la prensa sobre este o aquel asunto de importancia, concluir tratados, enviar leyes al Congreso, buscar consensos con propios y extraños. Eso seguiría siendo igual, nadie intentaría recortar funciones tan importantes.

Pero el Presidente o sus ministros también deben recibir embajadores, asistir a saraos, veladas, recepciones y fiestas, besar niños, inaugurar obras, poner piedras fundacionales, ofrecer discursos en diversos ámbitos, mostrarse sonriente. Eso lo haría el rey y así libraría a las autoridades de un trabajo que no rinde, pues les quita tiempo para gobernar.

Además, el rey se debería mostrar prescindente de los partidos políticos. Por ahí deben inaugurar, no sé, pongalé, un dique construido por el gobierno anterior, que se fue cuando le faltaban unos cuantos ladrillos por fratachar. No tendría que discursear llevándose todo el crédito por la obra, como lo hacen ahora, para eso estaría el Rey, que cortaría las cintas, hablaría de cualquier cosa, comería unas cuantas empanadas, besaría a los chicos, saludaría a los viejos, recibiría el agradecimiento, brindaría con las autoridades y chau, chau adiós, misión cumplida.

Si se lo piensa bien, el sistema republicano, representativo y federal, debiera ser enemigo de las inauguraciones, besamanos más propio de monarquías que de la igualdad propuesta por los inventores del liberalismo:  a los reyes les gusta que los miren, los alaben, les digan lo lindos que son y, sobre todo, les agradezcan solamente por cumplir con su deber. O eso dicen de ellos, al menos.

Se termina de construir un camino y las autoridades se sienten en la necesidad de inaugurarlo. El rey les aliviaría la tarea de preparar un discurso, conseguir medios de movilidad para ir, vestirse con traje y corbata para no desairar a los invitados, andar con una sonrisa en el rostro y mantenerla toda la hora, en fin. Va el rey, se pone firme a la hora del himno, ofrece un discurso bonito, repleto de generalidades que no joden a nadie, saluda a la gente, se toma fotos con quienes se lo piden, saluda ampulosamente, y se manda a mudar. En ese mismo tiempo capaz que el jefe del Poder Ejecutivo firmó 20 decretos, solucionó un drama con un ministro, se entrevistó con un dignatario extranjero, conversó de asuntos vitales con empresarios y discutió sobre la conveniencia o inconveniencia de una obra pública, mano a mano, con la oposición.

Ojo. Sería un rey como los de Inglaterra, no un monarca, que es otra cosa. Como todos saben, monarquía es, por definición etimológica, gobierno de uno, no importa si es hereditaria, delegada, democrática, feudal, absoluta, fraudulenta, patrimonial, sustituta, absolutista. Un rey puede ser monarca o no serlo, bueno, nosotros pondríamos un rey, pero que ni se meta con el gobierno, no haga partidismo ni ande candidateándose a nada. Su única labor será quitarle engorrosas obligaciones al que elegimos para que tenga la sartén por el mango, el mango, las demás ollas, la vajilla y los manteles.

Si le gusta la idea, bien. Pero si tiene otra para mejorarla, perfeccionarla, anularla, modificarla o corregirla, abajo tiene espacio para explayarse. Espero su opinión bien fundamentada, su oposición total a mi idea, su insulto, lo que crea conveniente. Quién es uno para andar coartando la libertad de los demás.

Saludos.

Juan Manuel Aragón





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