27/11/2021

Opinión

CANDIDATO

Qué podría haber pasado si Leo Dan ganaba las elecciones en el 95

(Especial para El Diario 24).

En Santiago de Estero, muchos recuerdan todavía el principal eslogan de la campaña electoral de Leopoldo Dante Tévez, conocido como “Leo Dan”, cuando se presentó de candidato a gobernador en 1995: “Ya probamos con los que saben y nos fue mal, ahora probemos con los que no saben”. Es como si un equipo profesional de fútbol fuera perdiendo y propusieran como solución llevar a jugadores de picados en el barrio o reducidos de hacha y tiza. Confiado en su popularidad y con el antecedente de Ramón Bautista Ortega, el popular “Palito”, en Tucumán, creyó que al menos haría para la sal. Le falló el cálculo, salió anteúltimo.

En ese momento yo trabajaba en uno de los dos grandes pasquines de la provincia y un amigo en común, el finado Jesús del Carmen Martínez, “Chito”, me consiguió una entrevista. Entusiasmado, me dijo: “Ya vas a ver, tiene ideas claras de lo que se debe hacer con Santiago”. La verdad, qué quiere que le diga, no me parecía tan relevante. Antes de presentarse, a Palito le habían formado el gabinete y tenía todo el apoyo de la Casa Rosada, con Carlos Menem a la cabeza, para que no le fuera mal. Le prepararon el camino para ganar primero y gobernar después. Era el único que tenía cómo frenar a Antonio Domingo Bussi, que siempre había gozado de gran popularidad entre los tucumanos. La cuestión es que o Leo Dan creyó que Menem lo apoyaría o confió exageradamente en su popularidad o Santiago no es Tucumán.

Como no había reelección en el país de los ñañitas, después de perder, Bussi esperó que pasaran los cuatro años de Palito, se presentó y ganó. Ahora hay gente que usurpa el apellido del General para seguir medrando con la política, pero a esta altura de la kermés, son una anécdota menor en la historia del otrora Jardín de la República.

Gracias a Chito, un buen día me hallé frente a Leo Dan, ídolo de multitudes desde que era niño y él sacaba un éxito tras otro, como “Estelita, qué linda que está”, o “como yo no estoy ni comprometido ni casado ni nada”. Confieso que fue apenas un momento, porque el hombre estaba yendo a otra parte o no quería entrevistas, no sé. La cosa es que alcancé a consultarle: “Qué opina de las variables macroeconómicas tal como están planteadas en la última Ley de Presupuesto de la Provincia, teniendo en cuenta que el peso está anclado con el valor del dólar”. Respondió cualquier incoherencia, se percató de la trampa y siguió su ruta.

Otro se hubiera lucido contestando también con palabras más o menos enrevesadas para salir del paso. Cuando llegué al diario quise pasar en limpio la grabación y era imposible, había largado un macanazo grande como una casa. Tenía la foto y podría haber hecho una nota más o menos, inventando una pregunta más fácil y una respuesta coherente, pero lo pensé bien y me dije: “Alguien puede creer que es entendido en política”, me aterré ante la posibilidad de que ganara y no le publiqué nada.

Como muchas en Santiago, fue una elección cuadrera entre Carlos Arturo Juárez y el gringo Enrique Bertolino, intendente de Selva, pueblito del sur de la provincia, que engatusó a los de la intervención federal que en ese momento gobernaba Santiago, haciéndoles creer que era el capo di tutti gli capi de los jefes comunales. Juárez ganó por cuarta vez la gobernación, con casi toda la prensa, la radio y la televisión en contra. Unos años después triunfó por quinta vez y hasta tuvo nombre de hotel, Carlos V, cuya confitería, quizás en su honor se llamó “Charlie café”. Pero es otra historia.

A veces aparece Leo Dan en la tele, canta lo mismo de siempre. más cánticos pegadizos de los cristianos evangélicos. Entonces me pregunto qué hubiera sido de nosotros, los santiagueños, si la pegaba llegando a la gobernación. Quién sabe, quizás se rodeaba de gente que sabía del asunto y hoy estábamos mejor que un cantón suizo. Tal vez apelaba a “Jesús mi buen amigo” o cualquiera de esos cantitos chingui chingui, y llegábamos directamente al Edén.

¡Aleluya, hermanos, gloria a Dios, aleluya!

Juan Manuel Aragón





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