14/08/2022

Opinión

OPINIÓN

Marketing para la tribuna y punición para disciplinar la pobreza

Por Gabriel Brener, Lic. en Ciencias de la Educación por la UBA.

Quitar los programas sociales a los que superen el 15% de inasistencias a la escuela, en el universo de 23.000 chicos/as y adolescentes que se benefician del programa social Ciudadanía Porteña es parte de una política de marketing, pero también de disciplinamiento del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Se trata de un gesto para mantener cautivo a su electorado medio, aunque es un guiño hacia el costado más "libertario" y punitivista de nuestra sociedad. Con esta medida que se anuncia como recta y justa y de pura vocación altruista podemos mostrar como su propósito principal es controlar y disciplinar.

¿Por qué sostengo que es marketing electoral y pedagogía de la punición? Porque si la motivación fuese educativa, no se hubiera achicado el presupuesto en educación en forma sostenida en la última década, que fue toda de su propio Gobierno. Del mismo modo no hubiese dejado sin vacantes a decenas de miles de porteños/as, así como desprovisto de tecnología para uso escolar a los más vulnerados de la ciudad, y durante la pandemia (dicho por su ministra). Y podríamos agregar, deterioro de infraestructura escolar, subejecución y merma de las becas, pauperización de las viandas escolares, vaciamiento sistemático de los 29 institutos de formación docente con prestigio pedagógico centenario, entre otras cuestiones.

Por tanto, el interés con esta medida es meramente punitivo, con un claro mensaje de disciplinamiento hacia estas familias y sus hijos/as.

Y hay algo más, que ayuda a comprender esto que estoy planteando. La mismísima idea de obligatoriedad escolar. Veamos:

Desde todos los sectores políticos, sin distinción, se aplaude que desde el comienzo de la última democracia a la fecha casi se han duplicado los años de escolaridad obligatoria en Argentina. Y eso es muy importante, para celebrar y en especial porque afirma la educación como un derecho, más allá que el desafío debe ser no solo por estar en la escuela, sino por aprender cada vez más y mejor. Lo que no suele hacerse es explicar que significa obligatoriedad. Y esta medida del alcalde porteño nos permite hacer una lectura retrospectiva y aclaratoria.

Con esta medida, Horacio Rodríguez Larreta y su ministra de Educación, Soledad Acuña, reivindican el sentido de obligatoriedad de la Ley 1420, de 1884, donde se obligaba a las familias a enviar a sus hijos a la escuela bajo amenaza de enviar a la policía a efectivizar dicha norma. Y el sentido de la obligatoriedad que existe hoy y por tanto se respalda en la ley de educación vigente que es la de 2006 (Ley 26206, que el gobierno porteño menciona para lo que le conviene) tiene una clara exigencia: la obligación es del gobierno para garantizar las condiciones para que se efectivice el derecho en el acceso, tránsito y egreso escolar en los niveles inicial, primario y secundario y cada una de sus modalidades. Larreta, una vez más, desplaza esa máxima responsabilidad, que es de su administración, hacia las familias más vulneradas por los efectos de su propia política de Gobierno.

 

O sea, quien anuncia su vocación por la educación y su pasión por el esfuerzo como acto de superación, le ha cercenado a buena parte de su población el acceso y condiciones mínimas para garantizar la educación. Y tal como sostiene el neoliberalismo en educación y los procesos de mercantilización crecientes, se transforma a la víctima en culpable de su propia indefensión. Es decir, se neutraliza o licúa la noción de vulnerable, invisibilizando a quien es responsable de dicha vulneración. De allí proviene esa tan dolorosa circunstancia en la que un pibe se convence que no es para la escuela, que la matemática no se inventó para él o una joven que se asume como única responsable de su "fracaso escolar". Ese desplazamiento revela la eficacia de estas políticas neoliberales, por más blando o de apariencia "dialogal" que sea la versión porteña entre los matices ultramontanos de las nuevas derechas.

Los pibes/as más vulnerados y sus familias parecieran ser los (únicos) responsables de sus trayectos escolares de baja intensidad y el Estado que es el principal causante de aquello aparece como el mas beneplácito e imparcial corrector de desvíos e inasistencias. Cinismo al palo, versión porteña.

Marketing para el voto cautivo mostrando su rostro punitivo y disciplinamiento para quienes han vulnerado desde sus políticas de Gobierno hace más de una década.





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