16/08/2022

Opinión

OPINIÓN

“Hora difícil, hora sombría”…

POR HERNANDO KLEIMANS

A mediados de los 80, en una callejuela del viejo centro moscovita, detrás del gigantesco edificio del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, dos científicos de gran autoridad, uno norteamericano y el otro soviético, dejaban constituido en un antiguo palacete imperial el Fondo de Supervivencia de la Humanidad.

El soviético Roald Sagdéiev y el norteamericano Carl Sagan intentaban advertir al la sociedad humana que su existencia en el planeta estaba jaqueada por sus propios actos y sus consecuencias amenazaban con su exterminio.

La advertencia más conocida se llamó “efecto invernadero”. La Humanidad todavía no ha logrado superar la desaprensión con que intenta manejar los cambios climáticos que están transformando el planeta. En anteriores ciclos universales, mucho más lentas y armónicas, las especies mutaban en función de esos cambios. Las que no se adaptaban a ellos, perecían.

La otra advertencia, más siniestra aún, no tiene que ver con la desaprensión, sino con un concepto criminal de las relaciones entre los estados que conforman esa Humanidad. Hace exactamente 77 años, ese concepto tuvo su exteriorización más demencial en Hiroshima y Nagasaki.

Hoy, el reloj del fin del mundo o del Apocalipsis, como se lo conoce desde su creación en 1947 por el Boletín de Científicos Atómicos, marca menos de cien segundos para la conflagración atómica que pondrá fin a la vida humana y, quizás, al propio planeta.

Si hay algo que demuestra la inacción e ineficiencia de tradicionales organismos internacionales es la plena incapacidad de la sociedad humana para detener, impedir y disolver ambas amenazas. La acción de un delincuente o de un grupo de delincuentes, que lo son pese a sus ingentes recursos económicos o a su poderío político, puede concluir con nuestra existencia.

Las brillantes creaciones del ser humano, generadoras de energía y alimentos y propulsoras de las grandes revoluciones tecnológicas y científicas de los últimos tiempos, también pueden ser utilizadas por estos delincuentes para la obtención de su botín. Aun cuando eso genere la muerte del ser humano como especie. Aun cuando eso implique también su propia muerte. Como el escorpión de la fábula que pica al elefante que lo ayudaba a vadear el río, porque tal es su naturaleza criminal.

Mientras tanto, como resultado de los ataques fue dañada una serie de elementos importantes para la provisión eléctrica y de gas de la central, se destruyeron ductos, ocurrió un incendio en el depósito de hidrógeno utilizado por la central y se inutilizó la línea de alta tensión eléctrica. En el curso de otro ataque fue afectado el depósito seco de combustible nuclear utilizado así como el puesto de control automático de la situación radiológica. La tensión de la red que alimenta la central sufrió un brusco colapso lo que provocó la interrupción inmediata de la transmisión eléctrica. Algo que sólo puede prolongarse por un plazo muy limitado ya que incide sobre el funcionamiento de los reactores.

Este último ataque pudo ser solucionado ya que la central cuenta con un equipo de emergencia diésel, que entra en funcionamiento de inmediato a producida la avería.

El representante ruso en el Consejo de Seguridad, Vasilii Nebenzia, advirtió que el mundo está transitando por “horas difíciles, horas sombrías”… La esforzada tarea por retrasar el reloj del Apocalipsis debe ser asumida por todo el mundo y en especial por los países que no están directamente involucrados en el conflicto, pero que igualmente son pasibles de sus consecuencias.

La Argentina, nuestro país, tiene una larga tradición de mediación y gestión pacificadora en conflictos mundiales. Hay que recordar a Carlos Saavedra Lamas, autor del Pacto antibélico que lleva su nombre, firmado por 21 naciones y que se convirtió en un instrumento jurídico internacional. O la gestión de Atilio Bramuglia, el canciller del primer gobierno peronista, quien al frente del Consejo de Seguridad de la ONU impidió en 1949 que la crisis de Berlín se transformara en la Tercera Guerra Mundial. O la activa participación del presidente Raúl Alfonsín en la proclamación del Grupo de los Seis en 1986 por la paz y el desarme mundial. O la decisiva gestión de Néstor Kirchner en 2010 para mediar en el conflicto entre Venezuela y Colombia. O la convocante postura argentina por la modificación de los agobiantes términos de la deuda externa, sostenida por la presidente Cristina Fernández de Kirchner y plasmada en la resolución de la Asamblea General de la ONU en 2015.

La línea está clara. Por encima de todo, la defensa del derecho de la Humanidad a sobrevivir. La resistencia a los intentos terroristas de atentar contra la seguridad de todo el planeta.

El punto crítico.





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