16/09/2022

Opinión

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El desafío de la militancia secundaria

Por Victoria Liascovich, presidenta del Centro de Estudiantes del Nacional Buenos Aires.

El 16 de septiembre se cumplen 46 años de la "Noche de los Lápices", aquel capítulo sangriento que marcó la historia de la militancia organizada secundaria, noche en la que fueron detenidos 10 estudiantes y, posteriormente, desaparecidos seis de ellos.

Estos pibes y pibas eran estudiantes secundarios de La Plata y tenían 16, 17 o 18 años, unos pendejos igual que nosotros ahora. Por esa misma razón es que nos marca en el presente este operativo policial, porque nos invade la identificación como estudiantes secundarios. El cinismo y la ingenuidad de los represores fue muy grande, por desaparecerlos a tan corta edad y por pensar que así matarían sus ideas.

Es constante la creencia de que la juventud es el futuro, pero nunca es el presente. Sin embargo, el 16 de septiembre y el presente demuestran lo contrario. A lo largo y ancho del país estamos organizados en centros de estudiantes y federaciones secundarias, con el objetivo de representarnos, hacernos un lugar en un escenario político que siempre tendió a ignorarnos. A su vez, aquellos estudiantes platenses militaban por un proyecto propio, que de trivial no tenía nada: el boleto estudiantil, victoria ya lograda en 1975. Es significativo este detalle, porque se organizaron frente a un ataque directo contra un derecho conquistado por ellos mismos, mientras eran los protagonistas en centros de estudiantes.

En la actualidad, el contexto es amenazante, hay un vacío representativo muy importante de figuras jóvenes en la "realpolitik", y ese vacío termina por disiparse en la frase de "toda la juventud se quiere ir del país". Pero no es así, el amor por la Patria y los sueños de un país mejor existen. El hecho de que el grueso de los estudiantes no tenga acceso a conectividad, a computadoras, a escuelas en condiciones o a comida nutritiva y de calidad, hace que la frustración sea la norma. Demandas y necesidades sobran, pero los derechos escasean.

En la "Noche de Los Lápices", el objetivo del secuestro y la desaparición era desarmar algo que potencialmente podría ser un problema para la dictadura, pero los represores no supieron dimensionar que estuvieron muy lejos de matar aquellas ideas. Todo lo contrario: la juventud no está perdida, los centros de estudiantes siguen en pie, y todos tenemos muy claro que la organización política no es mala palabra, sino que es un pilar fundamental del poder democrático. Sin embargo, faltan dirigencias nuevas, con proyectos para nosotros. Y por sobre todo, para los excluidos del sistema educativo.

Si algo aprendimos estas últimas semanas, después del intento de asesinato a la vicepresidenta, es que la democracia no es un regalo ni crece en los árboles, sino que aquello que se da por sentado y conquistado, es fácil de desestabilizar. Y se vuelve a repetir aquello de que sólo la organización puede vencer al tiempo. La actual es una época en que la juventud está al final de la cadena alimenticia, por lo tanto, lo único que nos salvará es la memoria y la militancia. Y así como aquellos diez estudiantes buscaban ampliar sus derechos, nosotros también lo hacemos. La "Noche de los lápices" no es solo memoria, sino también presente de acción.





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