31/10/2022

Opinión

OPINIÓN

¿Por qué el precio de la ropa le gana a la inflación?

Por Gustavo Ludmer, doctor en Desarrollo Económico y becario pos-doctoral del CONICET.

Mes a mes, la publicación de los nuevos datos de inflación reaviva las críticas a la cadena textil indumentaria argentina. El fuerte encarecimiento de la ropa de los últimos dos años deprime el poder de compra de la población y genera un creciente consenso social sobre la necesidad de abrir indiscriminadamente las importaciones para bajar los precios.

Ahora bien: ¿por qué se encarece la ropa en Argentina? La respuesta es sencilla: por la escasez de productos, de insumos y de capacidad productiva. ¿Y por qué dicha escasez? Fundamentalmente por dos causas. La primera: el industricidio del período 2016-2020, donde prácticamente un tercio de las empresas y de los empleos de esta cadena de valor se destruyeron como consecuencia, primero, de la apertura importadora en un contexto de dólar barato y, después, de la crisis económica que desplomó las ventas. En otras palabras, luego de cuatro años de gobierno de Mauricio Macri y uno de pandemia, las capacidades nacionales de producción de hilados, telas y ropa disminuyeron significativamente.

En segundo lugar, la escasez también es consecuencia de la protección comercial implementada por el actual gobierno, que desde sus inicios procuró defender la industria nacional al aplicar una activa política de administración del comercio exterior, que limite la importación de insumos y productos terminados. Esto redujo la oferta, en un contexto donde la demanda comenzó a recuperarse con la superación de los peores momentos de la pandemia, hacia los primeros meses de 2021. En paralelo, la suba de los precios internacionales del algodón y de los hilados sintéticos (poliéster, elastómero y nylon) y el exponencial encarecimiento de los fletes internacionales no hicieron más que agravar la problemática.

La escasez y el aumento de los costos derivaron en fuertes subas de precios de los insumos y de las prendas terminadas, impulsadas también por una intensa y rápida recuperación de los márgenes de rentabilidad perdidos en los años previos. Esta dinámica comenzó en plena pandemia en los eslabones de mayor concentración (fundamentalmente hilanderías y luego tejedurías) y ya desde 2021 se extendió al eslabón de confección y al de comercialización de las prendas.

Sobre la fuerte suba de márgenes conviene realizar dos reflexiones. La primera: en varios actores de esta cadena sobrevuela la expectativa de que más temprano que tarde volverá un gobierno liberal que les hará perder dinero, lo que los lleva a acumular lo máximo posible en estos años de protección. La segunda: la casi inexistencia del crédito bancario conduce a que las empresas necesiten elevadas ganancias para financiar las importantes inversiones que vienen realizando en los últimos años para ampliar la capacidad productiva.

Frente a esta compleja situación, el gobierno avanzó con un acuerdo de congelamiento de precios hasta diciembre con más de 80 marcas reconocidas del mercado. Sin embargo, difícilmente este acuerdo pueda lograr una importante desaceleración de la inflación pues dichas marcas no representan más del 15 por ciento del mercado argentino, donde los canales más importantes son los segmentos informales: saladitas, manteros y comercios barriales.

Entonces, ¿qué se puede hacer para desacelerar la inflación de la ropa? En el mediano plazo, una política industrial que amplíe la oferta: créditos productivos, capacitación de mano de obra y medidas sectoriales específicas. En el corto, acuerdos de precios con todos los actores de la cadena, para evitar que márgenes de rentabilidad elevados por la protección continúen golpeando al bolsillo del pueblo argentino. Para ello, será necesario una inteligente política de administración del comercio exterior que facilite el acceso a oferta importada en aquellos insumos o productos terminados donde se evidencien faltantes o márgenes abusivos. Objetivo difícil de lograr en un contexto de información asimétrica y de tamaña escasez de dólares como la actual. Y donde también ocurre la siguiente paradoja: parte de las prendas que tanto suben de precio son de origen importado, complejizando el sentido común de que las importaciones equivalen a menores precios.

En paralelo, será necesario extender el horizonte temporal para esta industria. Para esto, nuestra sociedad civil se debe convencer de que es valioso contar con una cadena textil-indumentaria, dado su gran capacidad para generar empleos (alrededor de 350.000) a nivel federal, en particular para mujeres y para personas de bajos niveles educativos, cuya alternativa ocupacional es el empleo doméstico, la construcción o los planes sociales. Y esta industria deberá entender que la amenaza es grande, que será necesario una mayor coordinación entre los distintos actores y que cada uno algo deberá ceder para poder salir por arriba del laberinto en el cual está atrapada hace varias décadas.




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