01/12/2022

Opinión

OPINIÓN

Hebe, la indómita que volvió a Dios

Por Lucas Shaerer.

“Con Francisco recuperé la fe”. Una confesión que Hebe de Bonafini hizo a  Eduardo Valdés, en ese momento en su rol de conductor de un programa en  la radio de las Madres AM 530. “Fue una relación muy linda, cariñosa,  que a mí me hizo mucho bien. Yo había perdido la fe completamente”  continuaba Hebe para explicar que la amistad con Jorge Mario Bergoglio  convertido en Papa había sido central para su regreso a Dios. Un giro de  la líder de los derechos humanos inesperado, que pocos creían posible  sobre todo con el ex arzobispo porteño a quien le había tomado la  Catedral en el año 2002 para clamar por los chicos pobres y había  insultado por los medios.

“Con nuestra relación vuelvo a la fe,  tan necesaria en momentos tan duros que nos toca vivir” y remata con una  frase que podría ser una cita bíblica: “sin fe no se puede vivir”. Hebe  además se sentía interpelada por el santo pueblo fiel de Dios. “Veo  gente muy pobre, pobre, sin nada, que va a ver determinadas Vírgenes, o  Santos, la gente va agradecer. Entonces caramba, quien soy yo para no  creer”. Valdés indaga un poco más y la deja a Hebe pensando, ella de  respuestas siempre inmediatas, lapidarias, se queda pensando, no tiene  una definición precisa para responder sobre el sentimiento de volver a  la fe. “Mirá…no se cómo decirte” pero termina explicando Hebe que todas  las noches conversa con sus hijos desaparecidos por el Terrorismo de  Estado. “Una locura mía. Agregas a Jesús, Vírgenes, recuperar la fe.  Mirá que me han engañado, estafado”, y el 31 de mayo, en la histórica  sede de Madres frente a la Plaza de los Dos Congresos, en el último  reportaje de Hebe cara a cara con un periodista completó esa definición  asegurando que la fe “te ayuda a pensar las cosas de otra manera. A mí  me ayudó a cuestionarme quién soy para no tener fe”.

Hebe de  Bonafini fue una mujer enardecida, temible, tremenda, justiciera y  arrebatada por la pasión de luchar por los derechos humanos de los más  pobres. Una indómita. Que incomodo a todos. Propios y lejanos. La  recuerdo en Plaza de Mayo empuñando su brazo en alto y dejar de fondo  que sonara la Internacional. “Arriba los pobres del mundo. Ni esclavos,  ni dueños habrá. La tierra será el paraíso. Patria de la humanidad”. No  conocía este himno. Era un joven que salía al mundo con curiosidad.  Entonces en la sede de Madres de la calle Hipólito Irigoyen a penas  cruzabas la puerta decenas de revistas, diarios, boletines y folletos de  diversos grupos se exponían gratis o a voluntad. La revista Las Locas  en ese momento la editaba Vicente Zito Lema. Me hundía en la lectura. 

Hebe no solo molestaba a los poderosos. No solo era rebelde con los  imperialistas y tejía amistades con Fidel, Chávez, Subcomandante Marcos,  Lula, Evo Morales, o ponderaba a la ETA, la FARC y el atentado contra  las Torres Gemelas. Hebe era indomable hacia adentro. En la dirigencia,  en la militancia y en los organismos de derechos humanos. De Kika, su  apodo del barrio como ama de casa, a luchadora contra la dictadura.  Luego a la izquierda. Asumiendo la lucha revolucionaria marxista de sus  hijos y parada allí se enfrentaba junto a las Madres a la represión  asesina del gobierno de la Alianza que encabezó Fernando De La Rúa. Ese  20 de diciembre al mediodía el dramático relato de Quique Pesoa en Radio  Ciudad me eyectó de la casa de mis viejos. Con mi hermano y mi primo  Tomás nos fuimos en colectivo al centro. Queríamos defender a las Madres  que estaban siendo castigadas con la montada de la Policía Federal.  Días después a estas viejas queridas las veía en la Casa Rosada junto al  efímero presidente puntano Adolfo Rodríguez Saá. Hebe llegaba de a poco  al movimiento justicialista y crujía su alianza con la militancia de  izquierda. Con el patagónico Néstor Kirchner y Cristina Fernández salta  definitivamente a engrosas el movimiento nacional y popular que fundó el  general y tres veces presidente, Juan Perón.

El jueves pasado  en Plaza de Mayo fueron enterradas las cenizas de la indómita. En el  escenario escuchaba que el cura Paco Olveira predicó con una fe  liberadora. Luego en la ronda encabezada por las Madres estaba el  sacerdote y conductor de un programa en Radio 10. Juan Carlos Molina  empujaba y guiaba a una de las Madres en silla de ruedas. La ronda  seguía alrededor de la Plaza. A los lejos veo la imagen de una Virgen de  Luján en un altarcito móvil, típico de los peregrinos. Una veintena de  jóvenes con remeras y paraguas azules del Sindicato de los Empleados de  Comercio. Sorpresivo porque integran la juventud que se referencia en el  histórico dirigente Armando Cavalieri. Uno de ellos mantenía sus brazos  extendidos. Sostenía con sus manos un cuadro con una foto de Hebe con  el pañuelo blanco sentada junto al hombre de blanco. Muchas mujeres y  hombres besaban el vidrio donde estaba enmarcada la imagen que ilustra  este artículo.
Hebe terminó creyente. Volvió a la fe que le habían  quitado la hipocresía y la complicidad de los obispos durante la  dictadura militar y los gobiernos neoliberales. Volvió por Bergoglio. Él  trabajo esa reconciliación en el año de la Misericordia. Mandó obispos,  pasajes y la recibió dos horas y media en su residencia comunitaria en  el Vaticano llamada Santa Marta. Luego siguió dedicando tiempo. Con  llamados y cartas. Hasta en su despedida el Papa no dejó lugar a dudas.  No jugó a medias. Se entregó del todo por la figura de Hebe y las  “madres de la memoria”. La reivindicó como pocos. No fue un mensaje  políticamente correcto, una formalidad. Fue jugado. Hebe "supo  transformar su vida, como ustedes, marcada por el dolor de sus hijos e  hijas desparecidos, en una búsqueda incansable por la defensa de los  derechos de los más marginados e invisibilizados", remarcó Francisco en  su carta de despedida. Además, agregó: "Recuerdo, en el encuentro que  tuvimos en el Vaticano, la pasión que me transmitía por querer darle voz  a quiénes no la tenían".

Hebe partió a la Casa del Señor en una fecha especial para el  catolicismo, en Cristo Rey. Hebe me había dicho que su hijo Jorge había  desapareció junto a un cura por militar en un barrio pobre de La Plata.  Efectivamente su hijo y nuera se habían sumado a la tarea social de  Federico Bacchini, el párroco de Cristo Rey, que luego se casó y fue  amenazado por el entonces arzobispo de La Plata, Antonio Plaza, por no  abandonar la ciudad junto a su esposa.

Hebe la indómita. Hebe  que murió sin morir. Su luz que se hizo carne en nosotros. Charly García  y el Flaco Spinetta lo vieron. Los convertidos, los que volvimos a  creer por las acciones de Bergoglio/Francisco como ella lo llamaba,  rezamos, rezamos, rezamos, por vos.




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