02/12/2022

Opinión

OPINIÓN

Cristina y Catalano: la democracia alambrada

Por Carlos Girotti

Tal  como la conocimos en las últimas cuatro décadas, la democracia no  existe más: una cerca de alambre de púas la rodea y cualquier intento de  cortar uno de esos hilos blindados pareciera generar una nueva trama  más apretada y filosa.

De hecho, la condena que los jueces le  preparan el martes próximo a la vicepresidenta de la Nación es parte de  esa urdimbre de acero que no sólo procura inhabilitar a la única  referencia popular sino que, al mismo tiempo, le pone una barrera al  ejercicio pleno del derecho de ciudadanía y, por consiguiente, a la  libre expresión de la voluntad democrática del pueblo. 

Veamos  si no. Daniel Catalano, secretario general de ATE Capital, advirtió que  si esa condena fuese la conclusión de la farsa judicial que finalizará  la semana próxima, las y los estatales no dudarían en paralizar sus  actividades en señal de protesta amparados por la Constitución. Acto  seguido, hubo una reacción en cadena de todos los medios hegemónicos  quienes, espantados por la manifestación del dirigente estatal, no  trepidaron en levantar los mismos argumentos que utilizaran Bernardo  Neustadt y Mariano Grondona contra Germán Abdala: ¿desde cuándo los  trabajadores se ocupan de cuestiones políticas cuando su única  preocupación debiera ser el salario? Trascartón, dos pretendidos  “republicanos” arbitraron una denuncia penal por coacción agravada  contra nuestro compañero quien, a la sazón, es también secretario  general adjunto de la Central de Trabajadores y Trabajadoras de la  Argentina. Más tarde, y sin solución de continuidad, reputados  dirigentes de la gran derecha salieron a la palestra para repudiar a  Catalano.

Ambas situaciones, la de Cristina y la de Catalano,  ponen de relieve que lo que aquí está en discusión es que la democracia  restaurada en 1983 y, por ende, el tipo de Estado y la gobernanza de  éste, ya no son funcionales a los intereses de los grandes conglomerados  nacionales y extranjeros que se solazan con el cogobierno del FMI y  multiplican sus ganancias a instancias de ello. Por eso los jueces y el  entero aparato de administración de Justicia imponen al conjunto de la  sociedad un creciente recorte de derechos y garantías democráticas. Por  eso también el Estado, fundado en la separación de poderes, se muestra  inerme frente al avasallamiento de la voluntad popular legítimamente  expresada en las urnas. El llamado “partido judicial” es, en verdad, un  ejército de ocupación que dispone sus “pelotones de fusilamiento” frente  a quien ose oponerse al objetivo de vaciar la democracia, transformar  al Estado y regimentar la economía en beneficio de un puñado de grandes  empresas y capitales entramados a escala global.

Sin embargo, la  larga historia de resistencia frente al autoritarismo, las imposiciones  dictatoriales y el mismísimo genocidio constituye, para el campo  popular, su mayor reserva. Ante el horizonte de un país endeudado por  generaciones, pisoteado en su soberanía y ahogado en la miseria de  millones y millones de sus ciudadanas y ciudadanos, se levanta hoy  aquella memoria de luchas personificada en la valiente actitud de  Cristina y en el grito de alerta de Daniel Catalano.

De modo que,  aunque luzcan amenazantes, las alambradas de púas y los ejércitos de  ocupación nunca serán definitivamente suficientes para impedir la  manifestación de dignidad de todo un pueblo.

(*) Secretario de Enlace Territorial de la Central de Trabajadores y Trabajadoras de la Argentina.




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