04/12/2022

Opinión

OPINIÓN

Cultura energética, la materia que tenemos pendiente

Por Francisco Pedrazzi.

La Argentina no es ajena a las predicciones sobre los efectos del cambio  climático, que se evidencian con los incendios en Córdoba, en  Corrientes, con sequías, bajantes de ríos, etc. Los expertos y estudios  indican que para que esta situación no se agudice se deben realizar  cambios en la forma de usar los recursos del planeta, como es la tierra,  los bosques y la energía, entre otros. Nuestro país no ha podido  desarrollar hasta el momento una cultura del ahorro de energía sólido y  sostenido en el tiempo debido a muchos años de subsidios que ocultaron  los costos reales. Pero hoy, además de la desaparición de los subsidios,  las nuevas generaciones presionan por reducir las emisiones de CO2 y en  esto la eficiencia energética de las viviendas cumple un papel fundamental.

En Europa, por ejemplo, se ha avanzado muchísimo  hacia la obligatoriedad de construir las viviendas nuevas con valores casi nulos de energía necesaria para su operación; como así también el  etiquetado de eficiencia energética como herramienta obligatoria hace  varios años. Cualquier publicación en la que se oferte una vivienda  usada, ya sea en venta o alquiler, debe informar la etiqueta de la  misma. Inclusive, en la mayoría de los países europeos y por  cumplimiento de las directrices de reducción de emisiones, a partir de  2019 las viviendas nuevas que se construyen deben ser NZEB (Nearly zero-energy buildings), que sería el equivalente a una etiqueta A de la  Argentina, (el nivel más eficiente de uso de energía).

En nuestro  país para lograr estas obligaciones y cumplimientos en el ámbito de la  construcción es urgente contar con un marco regulatorio nacional como  así también tener una fuerte voluntad política de realizar los cambios  necesarios en cuestiones de eficiencia energética. Fundamentalmente se  trata de desarrollar leyes provinciales que hagan obligatorio el  etiquetado de eficiencia energética de viviendas. Estas leyes no obligan  a construir con una determinada etiqueta, pero sí establecen incentivos  impositivos de acuerdo a la letra de la vivienda. En este momento el  país cuenta con más de 1000 profesionales matriculados como  etiquetadores, que son los que pueden emitir la etiqueta, pero también  se necesita capacitar a más.

No hay otra forma posible de  impulsar al etiquetado energético de viviendas si no es a través de  leyes que primero obliguen a etiquetar las viviendas nuevas, y luego,  que dichas viviendas, tengan una etiqueta de bajo consumo de energía.

También  resulta importante y necesario hacer conocer a los usuarios finales  cuánto será el ahorro que podrán conseguir usando diferentes estrategias  de ahorro y trabajar en el aumento de la conciencia ambiental, ya que  muchos no saben que ahorrando energía contribuimos a mitigar los efectos  del cambio climático. Esto es en gran medida responsabilidad de  organizaciones ambientales, pero también de las facultades de Arquitectura e Ingeniería, que deberían incluir el ahorro de energía en  sus currículas, para que los futuros profesionales ya posean esta  conciencia ambiental y la puedan transmitir en sus trabajos y a sus  clientes. Una vivienda eficiente energéticamente no sólo hace ahorrar  dinero a sus habitantes, sino que también beneficia al medio ambiente y  en definitiva a nuestro futuro.

En un momento del país en que  comienza la reducción de subsidios a la energía, el etiquetado de  viviendas obligatorio comenzaría a crear conciencia en los usuarios  sobre el ahorro de energía, y sus consecuencias no sólo en su bolsillo  sino en el medio ambiente, dado que en nuestro país la energía primaria  procede mayoritariamente de la quema de combustibles fósiles, con la  consecuente reducción de emisiones.

Por otra parte generaría un  incremento de empleos relacionados con la mejora de las envolventes  (techo, muros y piso), el reemplazo de aberturas por otras eficientes,  además de movilizar las industrias relacionadas con las aislaciones térmicas.

Asimismo, el ahorro de energía para el Estado  significaría una reducción o directamente eliminación de importaciones  de gas, y menos inversiones para el aumento de la capacidad de generación de energía, pudiendo destinar estos recursos a viviendas,  hospitales, escuelas o infraestructura.


Por Francisco Pedrazzi, integrante del grupo de Instituciones por el Etiquetado Energético de Viviendas.




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