24/06/2020

Opinión

En la pandemia está la solución para la violencia en el fútbol

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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En la pandemia está la solución para la violencia en el fútbol

El poco fútbol que se juega en el mundo, por la pandemia, muestra un camino para el problema de la violencia en los estadios de la Argentina, a la vez que podría solucionar algunos dramas financieros que afrontan los clubes. La falta de público en las tribunas no ha impedido que haya partidos emocionantes, con goles de buena factura y los demás ingredientes que hacen de este juego un espectáculo bonito.

Si los hinchas ven los partidos por televisión en su casa, o con un grupo de vecinos y además están impedidos de ir al club a observar los entrenamientos, dejarán de lado su fanatismo cuasi religioso y sus ansias de golpear simpatizantes de equipos rivales, al menos es lo esperable. De esta manera se evitará también la contratación de cientos de policías para que custodien las canchas, más toda la organización que se necesita para cobrar entradas, ubicar a la gente en las gradas, iluminarlas, tener en condición los baños (bueno, más menos). Lo que dejen de percibir por la venta de entradas, los clubes lo podrían recuperar con los derechos que pagará la televisión.

Los campos de juego son todos iguales, miden más o menos lo mismo, tienen dos arcos, marcas que los parten por la mitad, más las áreas. Dicho esto, también se podrían organizar partidos en canchas desiertas a designarse a último momento: no sería necesario que sean de grandes clubes, podría ser en barrios alejados, con los pocos aficionados que estén en el lugar para mirar de cerca a las grandes figuras.

Ya se ha cercenado la posibilidad de asistir a la mitad de quienes tienen derecho a hacerlo, que son las hinchadas visitantes, ¿qué cuesta impedir que la otra mitad: los locales tampoco vean el partido en vivo y en directo?

A veces les preguntan a los jugadores si los gritos y consignas de los hinchas modifican en algo su comportamiento en la cancha; no se recuerda ninguno que haya dicho que sí. Nadie ha oído que uno haya dicho: “Sentía que me gritaban ´patadura´, lo que me obligó a demostrar su sinrazón”. Ninguno declaró: “Jugaba de defensor, pero los cantitos de los hinchas me obligaron a ser un delantero neto con perfil goleador”.

Capaz que alguno extrañe el bullicio de la gente, los gritos destemplados de la popular, el clamor que se expande después de un gol. Este problema se podría solucionar contratando un ingeniero de sonido, que reproduzca con buenos parlantes, todos esos emocionantes alaridos que motivan a un jugador.

El problema para terminar con la violencia en el fútbol podría pasar, simplemente, por suprimir los espectadores. Otra ventaja adicional que tendría este sistema, es que se terminaría con el contubernio que dicen que existe entre barras y dirigentes: no habría más entradas de favor, los viajes pagados por los clubes, los aprietes a jugadores a la salida de los entrenamientos y todo el folklore que pesa sobre este bello deporte.

¿Seguirá habiendo violencia en la sociedad? Por supuesto que sí. Pero, sin dar ideas ni pretender una apología del delito, en una de esas, a los barrabravas les convendría dedicarse a extorsionar comerciantes para que paguen “protección” u otras actividades ilícitas que no se escuden detrás del sudor de jugadores para desarrollarse o, quién sabe, descubren el valor del trabajo honesto, los domingos en familia. Pero no se usará el santo nombre “Deporte” en vano, es decir.

Algunos artistas de ballet son casi perfectos en sus saltos y evoluciones, se contorsionan en posiciones imposibles, danzan al unísono con una delicadeza envidiable, han dedicado su vida a esforzar su cuerpo hasta la deformidad, con tal de ofrecer un espectáculo magnífico y tienen admiradores, por supuesto. Pero ningún espectador golpearía a su vecino de butaca sólo porque opina: “Miralo a aquel, ha hecho un ´pas de deux´ para el olvido”.

Con los años, cuando los ánimos se calmen y otras generaciones vuelvan a las canchas, observaremos en las tribunas un espectáculo parecido, la gente aplaudiendo buenas acciones de jugadores de ambos equipos, sin importar los colores de sus camisetas, sólo por amor al fútbol.

Tiramos la idea desde este modesto sitio de internet, con ánimo de polemizar por supuesto. Si quiere insultarnos, hágalo, en internet todo el mundo es dueño de decir lo que quiera. Pero después no diga que el periodismo no hace su aporte para dar fin a esa lacra inmunda que dice que simpatiza por un equipo, cuando lo único que les importa es la plata o machucar a golpes a cualquiera para descargar su frustración por una vida de mierda.

Juan Manuel Aragón                   

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