29/12/2021

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Los límites de la propiedad y el derecho de los automovilistas

Por: Juan Manuel Aragón
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Los límites de la propiedad y el derecho de los automovilistas

¿Hasta dónde llega una propiedad inmobiliaria? La respuesta es sencilla, hasta donde llega. Usted compra un terreno con 10 metros de frente y 30 de fondo y termina justo ahí, en el límite de ese perímetro.

¿En todos los casos es así? No. Se supone que las casas antiguamente llegaban, por los cuatro costados, hasta las otras casas. Entonces a alguien se le ocurrió hacer un camino entre ellas para pasar. Y nacieron las ciudades, con manzanas cuadradas y calles rodeándolas. Esos terrenos debieron ceder una parte para usufructo de todo el mundo, es decir donaron una porción de una propiedad a la que tenían legítimo derecho, para beneficiar a la comunidad.

¿Esa donación fue gratis? Sí y no. ¿Por qué? Bueno, para empezar, cada dueño de una casa, a quien por comodidad llamaremos frentista, debe tener una vereda cuidada, con mosaicos de tal o cual forma y lo multarán si uno o varios se salen de su lugar o le crece el pasto. Cada uno es dueño del sector frente a su casa, pero su uso no es exclusivo, sino que está librado al público. Por la vereda de su casa, don, puede pasar un enemigo suyo y usted no tiene derecho a recriminarle nada, así de universal es su usufructo.

¿Alguna otra obligación tienen los frentistas? Sí. Cuando pavimentan la calle de su casa, debe pagar esa obra. Las municipalidades suponen que el valor de su inmueble sube y debe abonar por ese aumento, aunque usted no tenga auto o no viva ahí, no importa.

Entiendo, pero, ¿son todas obligaciones, no hay una buena para los dueños de casas? La verdad es que, en su calidad de peatones, sí tienen ventajas. Para empezar las veredas son de uso exclusivo de la gente de a pie. Nadie tiene derecho a menoscabar ese privilegio. De tal suerte que, si hay excepciones, quienes quieren usar la vereda para poner mesas pues tienen una confitería, deben pagar por cada una, quien desee instalar un negocio cualquiera sobre la vereda debe pedirle permiso primero al dueño de casa y luego a la municipalidad, que suele ser muy restrictiva para concederlo.

¿Y sobre la calle tiene algún derecho el peatón? Pues, claro. En las esquinas del damero de las ciudades, la comuna pintó sendas peatonales sobre las que tienen derecho a cruzar en cualquier momento, es más, apenas el peatón pone un pie sobre la calzada para cruzar la calle, los autos deben detenerse instantáneamente.

¿Y si está el semáforo en rojo? En ese caso también, aunque la pésima ley de tránsito de la Argentina diga lo contrario. ¿Por qué?, por lo mismo que le dije antes, las calles son de los peatones, de los dueños de las propiedades. En caso de un juicio de alguien atropellado, cruzando la calle justo cuando el semáforo habilitaba a los autos a pasar, debería ganar el juicio el peatón. Él no está de intruso en la calle sino el automóvil y por eso le corresponde siempre ceder el paso.

Oiga, ¿no le parece una exageración, semejantes ventajas para los peatones? A mí no, pero la mayoría de los argentinos cree que la calzada es de los autos, como si fueran una parte inherente de su ser. Por eso se lanzan cual bólidos asesinos por las calles, a matar o morir en una actitud con mucho de suicida. Tienen suerte, manejar un auto a gran velocidad por las calles —o por las veredas— suele considerarse un delito sin mayores consecuencias personales en la Argentina y matar a un peatón pues intentó cruzar una calle en una esquina es casi una hazaña personal.

¿Entonces? Deberíamos cambiar esas leyes y meter presos a quienes intenten pasar con su auto por la senda peatonal, sin dar prioridad al peatón. Si uno solo es condenado a 20 años de prisión, ya verá cómo el resto se compone.

¿Y si igual los automovilistas siguen sintiéndose los dueños de las calles? Entonces estaremos ciertos en que no tendemos remedio, amigo.

Che, ¿tan así?

Tan así.

Juan Manuel Aragón                   

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