08/01/2022

Opinión

Mire el sol y sabrá que los argentinos no sabemos ni poner la hora

Por: Juan Manuel Aragón
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Mire el sol y sabrá que los argentinos no sabemos ni poner la hora

El Estado, todos los Estados, consideran a la ciudadanía como una masa inteligente que, cuando elija autoridades no se equivocará. Le confía el momento supremo de la vida institucional del país, al dejarle decidir si seguirán las actuales autoridades, se las cambiará por otras, si continuará gobernando gente del partido que está ahora en el poder o quiere cambiarla.

Es toda una responsabilidad. Pero ahí no termina la cosa. También la ciudadanía tiene a su cargo elegir a quienes dictarán las leyes para regirla, al menos durante cuatro años. Los legisladores deben marcar el rumbo de las autoridades del Ejecutivo, pero quienes eligen a esos diputados, senadores, concejales, son gente común, usted, su vecino, el vecino de su vecino y así hasta que votan todos los ciudadanos mayores de 16 años.

Los latinos decían “qui potest plus, potest minus”, como se habrán dado cuenta los inteligentes lectores, significa “quien puede lo más, puede lo menos”. O, lo que es lo mismo, quien se halla capaz de levantar una piedra de media tonelada, no le costará nada alzar un cascote del suelo.

Pero, parece mentira, desde hace muchísimos años, el Estado Nacional no nos permite tener la hora correspondiente a nuestro huso horario, pues supuestamente no sabemos organizarnos para gastar menos electricidad. A la Argentina le cabe el huso –4, es decir, a la hora del meridiano de Greenwich, debemos restarle cuatro para estar donde debemos. Pero estamos en el –3, ajeno a casi todo el país.

Al mediodía, cuando el sol está justo encima de nuestras cabezas y nos quedamos casi sin sombra, le decimos 1 de la tarde. Si no cree, cuando salga al patio, fíjese y va a ver que no le miento: tenemos corrido el horario.

El gobierno consideró hace muchos años, que era la única manera de que usáramos menos electricidad. Es decir, no nos dejó acomodar el horario de atención al público, de ir a la escuela, entrar a los trabajos, salir de la casa, tomar el desayuno, a la hora real de la Argentina. Nos supuso incapaces de hacerlo. En otros países es peor, deben adelantar o atrasar los relojes, según sea invierno o verano, creen que la gente de ahí es tan tonta, que no lo hará por sí misma.

Es decir, en todo el mundo la gente puede lo más: discernir entre distintas propuestas electorales, cuál es la más conveniente para sus intereses, calcular, por los dichos de los candidatos, cuánto saben de la cosa pública y cuánto ignoran, sopesar cada palabra para darse cuenta de la honestidad de cada uno, poner en la balanza, en fin, una cantidad de asuntos a veces muy complejos, como cuando hablan de economía, tasas de interés, bonos soberanos, producto bruto interno, precios de exportaciones de productos primarios. Pero, supuestamente, no sabe a qué hora debe abrir el almacén para gastar un poco menos electricidad.

Si usted está leyendo esta nota, en la Argentina, a las 8 de la mañana, en realidad su reloj debiera marcar las siete. Y a las 11 de la noche, cuando se va a acostar, son las 10.

Más que ajustar los relojes a la verdad, si se volviera a la hora real, la palabra mediodía, recuperaría su valor, pues el sol justo a esa hora estaría sobre sobre su cabeza y usted tendría la misma hambre que ahora le da a la 1 de la tarde.

Báh, digo.

Juan Manuel Aragón                   

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