11/11/2022

Opinión

OPINIÓN

Cinco siglos, casi siempre, igual

Por Carlos Cruz

Retornos siniestros. Al momento en que intento comprender las claves sobre los mecanismos de entrega del patrimonio nacional, el incremento de infancias pobres o sobre cómo se depreda el ambiente, suele hacerse presente aquella conversación que mantuviéramos con los profesores Rodolfo Bledel y Raúl Scalabrini (h). 

En el transcurso de la misma, Raúl recordó una frase donde su padre expresaba que si limitamos la visión a estrictos límites geográficos y al tiempo en que somos contemporáneos, nunca entenderemos nuestros propios problemas. Desde esa perspectiva, siempre nos puede ayudar a delinear un cuadro de situación; el traer a la memoria colectiva los siniestros, y eternos retornos egoístas, encaminados a: concentrar la economía, contraer deuda externa en forma fraudulenta, lavar dinero, remesar ilícitamente divisas al exterior, perder el control de las fronteras terrestres o desplegar el contrabando. Aspectos esos que, junto al usufructo extranjero de las riquezas que circulan en torno a ríos como el Paraná, constituyen cuestiones nucleares a los efectos de poder desentrañar las causas de la dependencia económico-cultural Argentina.

Oligopolios de la ribera. La España mercantilista, en su carácter de sujeto colonizador sostenido por casas de banqueros, que otorgaba permisos para el tráfico de esclavas/os a Holanda (1595) e Inglaterra (1713), también se encargó de remitir a Europa gran parte de las riquezas que provenían de la expoliación de metales preciosos y del comercio de seres humanos. 

Riquezas estas que fueron absorbidas por la corona británica y que, junto a las Actas de Navegación (1651) y la sociedades por acciones, hicieron posible la Revolución Industrial inglesa (1750-1850). En ese derrotero, el Reino Unido puso especial atención en proveerse de alimentos, metales preciosos y minerales. Interés que dio impulso a las Invasiones en el Río de la Plata (1806/1807), la ocupación de las Islas Malvinas (1833), el contrabando y la Guerra del Paraná (Bloqueo anglo-francés, 1845). Guerra motorizada por el beneficio que representaba disponer de la libre navegación y el comercio en los ríos interiores de la Confederación Argentina. En esa directriz, se fueron conformando oligopolios, asentados alrededor de Bunge & Born, Dreyfus y Weil Brothers (fines de 1880), tanto en el comercio de productos primarios como en servicios de fletes, bancos y seguros. Oligopolios que promovían la construcción de ferrocarriles, dando prioridad a la zona litoral y que, con intervención de la Bolsa de Cereales/1898, estaban orientados hacia la exportación atlántica de granos.

Expansión de las multinacionales. El ingreso de capitales estadounidenses en Argentina se inicia en las áreas de bienes industriales, de la petrolera, de servicios bancarios y de la producción automotriz -que entra en competencia con el transporte por ferrocarril- (1920/1930). Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial y, en función de los acuerdos librecambistas de Bretton Woods (1944), la economía norteamericana desplaza el poder e influencias británicas a un segundo plano. En este marco, se crea el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio-1946) que se ocupó de regular la compra y colocación de productos a los precios que resultaban más convenientes para la sociedad argentina en su conjunto. Intervención estatal, que resultó perjudicial a los monopolios cerealeros que vieron disminuida su habitual capacidad de fijar precios y establecer parámetros en la comercialización de cereales. Situación que se mantuvo hasta la disolución del Instituto (1955). 

Posteriormente, ya durante el gobierno de Arturo Frondizi, y acorde el proceso de expansión de las empresas multinacionales, se aprobó una nueva Ley de Inversiones Extranjeras (1958) que facilitó la radicación de entidades extranjeras en nuestro país, en especial las de capitales norteamericanos que llegaron a representar el 60% de los nuevos flujos.

Todo está guardado en la Memoria. El encargado de negocios británico en el Río de la Plata, Woodbine Parish (1824/1832) al describir los efectos beneficiosos de aquellas políticas, en su caso para Inglaterra, señalaba: que los precios módicos de las mercaderías inglesas (desde el momento de abrirse el comercio marítimo y fluvial) han hecho de ellas artículos de primera necesidad en las clases bajas, así el gaucho se viste en todas partes con ellas. 

Tómese todas las piezas de su ropa, la caldera u olla en que cocina su comida, la taza de loza ordinaria en que la come, su cuchillo, sus espuelas, el freno, el poncho que lo cubre. Examínese todo lo que lo rodea y, exceptuando lo que sea de cuero, ¿qué cosa habrá que no sea inglesa?

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