12/11/2022

Opinión

OPINIÓN

La Pastoral Social porteña, 25 años uniendo fe y política

POR LUCAS SCHAERER

Fe y política. Dos temáticas centrales en la vida. Y a la vez tan relegadas para evitar desencuentros. Es un clásico escuchar al inicio de una comida: “de política y religión no hablemos”.

Asumir el conflicto, no negarlo ni evitarlo, es una enseñanza de Jorge Mario Bergoglio. Hacerse cargo de las diferencias es una característica central que el entonces arzobispo de Buenos Aires, hoy el Papa Francisco, asumió en su momento en la conducción de la iglesia católica porteña y que impactó sobre todo a otros dirigentes religiosos, políticos y sindicales que lo conocieron personalmente en su oficina de la curia porteña frente a Plaza de Mayo. Esa práctica de asumir el conflicto fue una de las razones que definió el voto de los cardenales, en la capilla Sixtina, por el primer Sucesor de Pedro nacido en América Latina y formado en la Compañía de Jesús.

A a un año que los argentinos recuerden y reflexionen sobre los 40 años de gobiernos ungidos por el pueblo es inevitable discernir la política porteña, su imán centralista, y ver que en estos últimos 25 años el diálogo en las diferencias, Bergoglio lo trabajó en la Ciudad de Buenos Aires junto con Accaputo vía Pastoral Social porteña. Fue el entrante arzobispo, año 1998, sucesor del nunca ponderado Antonio Quarracino, quien ideó la Pastoral y definió que la llevaría adelante aquel sacerdote de 45 años formado en Teología y Ciencias Sociales que había conocido en el barrio de Flores. Carlos Accaputo, hoy con 70 años, es un avezado en la Doctrina Social de la iglesia, en la Teología del Pueblo y un porteño de ley que recibió la primera y hasta el día de hoy única sede de la Pastoral Social. Ese fue el primer desafío que delegó Bergoglio. Allí en la calle Rivadavia 1391, casi esquina Uruguay, colocaba a la Pastoral Social, y por ende a su hombre elegido para operativizarla. En esa casona reconstruida hace 25 años atrás hubo constantemente dialogo entre fe y política. De ahí su nombre “casa del encuentro” para la formación, discernimiento, la búsqueda del bien común. Muchos dirigentes sindicales, políticos, empresariales, rurales, de la cultura y religiosos han conocido allí las encíclicas de siete distintos Papas en lo que ha constituido la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).

Accaputo, que continuó su tarea junto a Mario Aurelio Poli, sucesor de Bergoglio en el arzobispado, se nutre desde Atahualpa Yupanqui, pasando por los lineamientos del Concilio Ecuménico Vaticano II, las conferencias de Medellín, Puebla y Aparecida, como el documento de San Miguel “de iglesia y comunidad nacional” y “líneas para la nueva evangelización” del Episcopado argentino. Estos nutrientes y la DSI fueron claves para inspirar al cura en organizar y promocionar los habituales encuentros de Pastoral Social. Donde una vez al año la diversidad de la dirigencia argentina de estos últimos 20 años y sus cuadros medios, sobre todo segunda y terceras líneas de mando, se reúnen a reflexionar, charlar y escucharse. Muchos años se hizo junto al Santuario de San Cayetano (patrono del pan y el trabajo), en el barrio de Liniers, y los últimos encuentros se realizan en el auditorio del sindicato de telefónicos.

En estos 25 años uno de los momentos más críticos fue la crisis del 2001 con el derrumbe de la Alianza y la sucesión de cinco presidentes en una semana. Ese año, en el encuentro anual de Pastoral Social, el título de la convocatoria fue: “Reencontrarnos como Nación” con el subtítulo “espacio de realización común”. El cierre quedó en manos de Bergoglio, quien pidió “restaurar la amistad social, que es un trabajo artesanal, que pasa por nuestras manos, cuerpo, nuestra carne. Asumir la realidad tal cual es. Hacerse cargo. Sentir el dolor de la realidad que nos toca el corazón”.

Diez años después, en el 2012, la XV jornada de la Pastoral Social fue con el título “la cultura del encuentro para la unidad nacional”. Allí la reflexión del cardena hizo foco en que “nos hace bien este sembrar. El protagonismo para ponerse en servicio. Ponerme en situación de encuentro. Dejar espacio para el dialogo, para la escucha y saber preguntar” y pidió como tarea para el hogar que en la comunicación evitemos: “La desinformación porque impido que el otro tenga la totalidad para tener un juicio completo, la difamación para desautorizar al otro en sus fallas, e inventar cosas para destruirlo al otro, que es la calumnia”.

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