30/03/2020

Argentina

DURO TESTIMONIO

“En un barrio popular hay casi el mismo movimiento que antes de que explotara la pandemia”

Mayra Arena, la joven que trascendió con su Charla TED titulada “Qué tienen los pobres en la cabeza”, habló de cómo impacta el coronavirus en los asentamientos más humildes del país.

La Argentina se encamina hacia la segunda fase de la cuarentena obligatoria en su lucha contra la epidemia del coronavirus.

Desde el anuncio del presidente Alberto Fernández de la extensión del confinamiento hasta que finalice la Semana Santa, el foco del Gobierno se acentuó en cómo ayudar a los sectores de más bajos recursos, que serán los más damnificados por la interrupción abrupta de la actividad comercial.

Precisamente, en los diferentes asentamientos y en las villas miseria alrededor de todo el país, los residentes se enfrentan a dos enemigos, cuyas herramientas para combatirlos son diametralmente opuestas: la mejor manera de luchar contra el virus Covid-19 es el aislamiento respecto de otras personas, mientras que la única manera de la que disponen para poder llevar comida a sus hogares es salir a la calle.

Mayra Arena, de 28 años, es la joven que en 2018 trascendió gracias a un escrito en las redes sociales y a la Charla TED titulada “Qué tienen los pobres en la cabeza”, en los que describió cómo fue su vida durante más de dos décadas en un asentamiento de Bahía Blanca.

Con su palabra, Mayra logró penetrar en los hogares de la clase media argentina al reflejar una realidad que millones de argentinos desconocían.

Arena brindó una nota a Infobae, y trazó la realidad que se vive en los lugares más pobres del país después de los primeros 11 días de cuarentena y analizó cómo se preparan los más necesitados para una instancia de su vida con un panorama absolutamente incierto.

“Los pobres tenemos dos problemas principales para enfrentar esta peste. El primero es el de los recursos, el habitacional. Y el segundo pasa a un plano personal, moral, por así decirlo. La conjunción de los dos deja un escenario de un riesgo muy grande tanto en el plano económico como en el de la salud”, contó.

 

—¿Dónde radica con más peso el de los recursos?

—La vida en la villa no ha cambiado muchísimo. No es que no haya habido acatamiento y no se enteraron, pero allá hay una realidad diferente. Adentro de las casas no hay una comodidad mínima que te permita pasar las 24 horas del día encerrado. Es imposible. Cuando uno es pobre, el rancho es para dormir. Vos entrás a los ranchos y en general no tenemos mesa. Ni hablar que no tenemos un sillón o un lugar para sentarse. El ranchito es la cama y una tele. La precariedad hace que todo gire en torno a la cama. El rancho sólo se usa para dormir.


—Y eso suma al combo los problemas de la salud emocional…

—El estrés que tiene una familia que vive encerrada y amontonada no se compara con el que vive una familia que tienen cuartos individuales y espacios comunes. El estrés del villero también lo compone el hecho de que no tenés para comer, no te alcanza la plata, se te acabó la garrafa y ya no tenés para comprar otra.

Hoy vas a un barrio popular y hay casi el mismo movimiento que antes de que explotara lo de la pandemia. Pero el tema es que no se sale afuera de la villa, que es donde se consigue la plata. Entonces, lo que va a pasar es que, ni bien afloje un poquito esto del confinamiento, va a explotar lo que es el mercado del trueque. Como todos sabemos, cuando cae la economía, los primeros que nos quedamos sin plata somos los que estamos más abajo y lo primero que sale enseguida es el trueque. Esto de cambiar lo poco que tenés por comida para tu familia.

 

—¿Hay cierta ilusión de que, una vez que se supere la pandemia, se apuntale la solidaridad y se apunte a una sociedad un poco más igualitaria?

—No. El pobre ya está acostumbrado a joderse. El pobre está acostumbrado en que le van a aumentar todo cada vez que llega una nueva crisis. Lo que ha aumentado la comida en estas semanas fue escandaloso. Para los que nuestra única preocupación es el alimento, la inflación que hemos sentido en estos días es brutal. Cuando la comida es tu único gasto, es brutal sentir que todo se fue al carajo porque se te achica cada vez más el billete que tenés en el bolsillo.

 

—¿Se están preparando medidas dentro de los asentamientos en caso de que se llegara al pico de contagios en el país?

—La pandemia no discrimina. Ahora, esperemos que el sistema de salud tampoco discrimine porque en ese sentido también tenemos las de perder. El pobre es muy de ir al hospital solo cuando se está muriendo, va a las rastras, va cuando es absolutamente necesario. Está acostumbrado a que su salud tenga una calidad bajísima. Está acostumbrado a vivir con dolor, con dolor físico. Imaginate que si van al médico y le recomiendan una semana de reposo absoluto. No podés hacer reposo porque no podés dejar de trabajar para llevar el pan a casa.




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