Opinión
No todo lo que maúlla es gato
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“Tiene cola de gato, cabeza de gato, bigotes de gato y maúlla: votó al Gato”.
Para algunos todo lo que pasa, es por algo. Otros, creyendo que van a parecer más inteligentes sostienen que no existe la casualidad sino la causalidad. Palabras que se repiten como el “buenos días” de todas las mañanas a los vecinos.
Hay muchas maneras de llenar el aire de ruidos: haciendo tambor sobre la mesa, zapateando un malambo, tirando vajilla al piso, cantando el tango “La vida me engañó” o decir otra de las frases preferidas del tontaje: “Nadie es dueño de la verdad”.
La que se lleva el premio mayor a la ocupación vacua de las cuerdas vocales es: “El derecho de uno termina donde empieza el de los demás”. Si usted está entre quienes la escupen de vez en cuando, recuerde poner cara seria y anunciarla como si estuviera por proferir la mismísima Verdad Revelada.
Otro día hablaremos del tío viejo que, en medio de la prisa por algo, pide silencio para anunciar una frase famosa de Napoleón Bonaparte. Uno piensa: “Que no la diga, que no la diga, que no la diga”. Y el, como si estuviera dando cátedra en la Sorbona, larga: “Vísteme despacio que estoy apurado”. Al toque pasa a revistar en el bando de los pelotudos atómicos.
Si en medio de una conversación, uno larga: “A mí no me interesa la política”. Puede tomarse el trabajo de explicarle que la palabra viene de “polis”, que era la ciudad griega y lo que sigue. Pero mejor quédese callado, el quía acaba de confesar a quién votó. Diría un amigo: “Tiene cola de gato, cabeza de gato, bigotes de gato y maúlla: votó al Gato”.
