Cuáles son los motivos de los vándalos para destruir árboles

Qué ganan quienes todos los días y con una prolijidad digna de otras actividades, se dedican a cortar los arbolitos recién puestos por la Municipalidad, quién les paga, qué utilidad obtienen. Cuál es el placer de mutilarlos.

Una obviedad: los árboles dan sombra, refugian y alimentan insectos y pajaritos, embellecen las calles, fijan el suelo evitando la erosión, proporcionan oxígeno, ayudan a combatir el cambio del clima, reducen la contaminación, recuperan el paisaje originario, disminuyen la contaminación del ruido y son un paliativo para el efecto de isla de calor en las ciudades.

Pero apenas los plantan, llegan los descendientes de los antiguos vándalos y los mochan rápidamente, antes de que alguien les gane de mano. Como si estuvieran en sus casas, detrás de la puerta, esperando que se vayan los de la Municipalidad para empezar la destrucción. Lo peor es que, ese mismo árbol le podría dar sombra a él o a sus hijos en pocos años más. Un deseo cuasi suicida se apropia de esos bárbaros.

Destruir el patrimonio común es tan habitual que, dicen, hay ciudades con estatuas o plazas enrejadas así nadie las hace pedazos. Esos exterminadores son tan estúpidos que ni siquiera dejan la firma: “Fulano de Tal hachó este árbol, amargado porque la vida no le da otras oportunidades”, pues de esa forma sabríamos cómo ayudarlos a solucionar sus dramas. Al hacerlo en forma anónima no se sabe si son relegados de la sociedad o imbéciles sin cura.

Puestos a elegir, sería mejor que fuera alguien necesitado de internarse en un manicomio para recibir un tratamiento de electro shock. Es preferible creer en locos furiosos cortando arbolitos y no en enfermos de odio, cuyo único desquite es tomarse con su propio bienestar.

Pero capaz que usted opina otra cosa.

Juan Manuel Aragón

Leer más notas de Juan Manuel Aragón