25/06/2017

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Viaje a las estrellas, la invasión subliminal: Lisandro Aristimuño en Tucumán

El cantautor patagónico volvió a pasar por la provincia y dejó un show inolvidable en el marco de su Gira Constelaciones.
Viaje a las estrellas, la invasión subliminal: Lisandro Aristimuño en Tucumán | El Diario 24 Ampliar (1 fotos)

Lisandro Aristimuño en el teatro Mercedes Sosa. (Foto de Agustin Senoff tomada del facebook de Lisandro Aristimuño)

Un recital, como un disco o una película, es un viaje. El de Lisandro Aristimuño con “Constelaciones” es claramente sideral aunque la procesión también va por dentro y su música dispara imágenes que llevan por diferentes géneros y envuelven a nuestros grandes ídolos del rock.

En la puesta de Aristimuño se percibe una voluptuosidad pero que es musical, no hay pantallas ni hacen falta, las imágenes están en uno que también se pierde en la danza de luces rosas, azules y blancas, para volver luego al escenario y notar que los músicos están vestidos totalmente de negro, como en el Teatro de Praga, entonces está claro no importan los personalismos sino el arte, las canciones, el juego de luces que es extraordinario y destacado por todos, el viaje comienza intenso.

En el público hay una energía contenida insoportable, se mantiene un silencio respetuoso y atento, alguna chica canta con los ojos cerrados o algún chico mueve la cabeza y sonríe, pero nadie sonríe más que Lisandro, que no es muy habilidoso para hablar entre canción y canción, se enreda con las palabras, se le traba un botón del pedal de la guitarra, o cuenta una anécdota de su hija de cinco años Azul, todo esto a las fans le resulta irresistiblemente tierno, lo ovacionan con locura cuando termina el tema. Pero de repente agarra una guitarra acústica y demuestra que sabe rockearla, así empiezan a pasar las primeras geografías de su viaje, que sonarán a rock, a blues, a folclore incluso, pero siempre dentro de su género único en nuestra música.

Las banda suena tremenda, hace acordar a The Prostitution de Charly García, con la base rockera, el segmento de cuerdas y las texturas incomparables que le dan los teclados y la percusión.

A medida que pasan los temas el viaje se vuelve interno, otros artistas homenajean en sus canciones a los músicos que los influenciaron, pero Aristimuño parece haber decidido no tomar las melodías o las letras de otros, sino directamente robar sus esencias, por eso las imágenes de los grandes de la música con los que crecimos se disparan en la mente en el momento menos pensado.

Así, mientras canta una canción que dice que a su hija le sonó que era para su gato, la imagen del primer Serú Girán da vueltas en el inconsciente. A esta altura hay que admitir que su particular estilo es más que nada rock, aunque coquetea con todos los géneros sin casarse con ninguno (¿No es esa promiscuidad, rock?).

Para el último tramo de un recital de poco más de dos horas, comienzan a sonar los temas “viejos” (Es decir de Mundo Anfibio para atrás) que se cantan como clásicos, mientras que los temas nuevos ya suenan a clásicos. Entonces, en el momento más eléctrico, ecléctico y pesado de la noche, empiezan a verse las influencias como mensajes subliminales (¿Kid A de Radiohead? ¿Sumo, Mañana en el abasto? ¿Pink Floyd?) y casi sin miramientos después de que te vuela la cabeza, hace un chistecito y te saca a bailar.

“Es todo lo que tengo, es todo lo que hay” dice ya cerca de final y uno piensa, “qué caradura” por esa falsa modestia casi de genio. Ya en los bises las imágenes siguen surgiendo (¿Spinetta?). Y sí, en el final Elefantes hasta suena a Marilyn Manson. Pero no, es Lisandro Aristimuño, único e irrepetible.


Un artista popular

Como cada músico que pasa por el escenario del teatro Mercedes Sosa, Lisandro Aristimuño recordó a la Negra y elogió la sala tucumana. Además, en su primer intercambio con el público les agradeció por haber invertido su dinero en escuchar algo de música en estos tiempos difíciles.




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