De las buenas maneras y Lord Cheseline al “che boludo”

Una materia aprendida en la casa, era la de las “buenas maneras”. Saludar al llegar y al irse, levantarse para dar el asiento a las damas siempre y en todo lugar, no proferir palabras soeces en público.Más complejo era no poner los codos en la mesa, usar correctamente los utensilios, evitar temas espinosos durante las comidas, no hablar mal de los ausentes, no reírse con el estómago. Modales, báh.

Muchas gracias. En un escalón más alto, el agradecimiento. Alguien lo ve apurado y le cede su lugar en la fila del baño, usted dice “gracias” y el otro “de nada”. Hoy lo común es agradecer y que le respondan: “No, por favor”, fórmula ordinaria. En todo caso quédese callado, pero no niegue la gratitud del prójimo.

Relaciones Exteriores. Las madres procuraban que los hijos comieran todo: “Mirá si vas a cenar a una embajada, te sirven coliflor, espárragos y vos dices ´ni mi gusti´, qué papelón”, se mofaban. Pero llegaron las papas fritas. Ahora en los cumpleaños de quince, hay hamburguesas, porque si le dan suprema de pollo, como antes, el chicaje no probará bocado.

Amor. Los sábados a la noche, las chicas salen con los novios producidas como para matar, los changos van con la camisa de todo el día, zapatillas sucias y despeinados. Las madres de antes pedían a sus hijas que huyeran despavoridas de quienes no se bañaban.

Hoy recordé ese mundo —una vez aprendido, seguirlo era sentido común— no para quejarme de cómo van las cosas, sino para que los lectores, si pueden, recuerden más abajo otras convenciones perdidas en ese mundo de corbatas, Lord Cheseline (o Glostora), pañuelo en el bolsillo para ellos, y pantalones acampanados, hot pants y estampados psicodélicos para ellas. Báh, digo, pero capaz que hoy la pasan mejor tratándose de “cheboludo”.

Juan Manuel Aragón

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