11/05/2021

Culturas

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El chipaco: homenaje que los santiagueños rinden al arte

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24).
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El chipaco: homenaje que los santiagueños rinden al arte

El chipaco no es un manjar, sino un homenaje que los santiagueños rinden al arte. Su sencillez lo ha hecho el sólido fundamental para acompañar meriendas de mate en rueda familiar, conversaciones atardecidas y el domingo huyendopor la ruta 9, rumbo al poniente.

Los tucumanos tienen el bollo, fabricado en panaderías hechas y derechas, amasadora industrial, sobadora, horno rotativo. El nuestrito en cambio, rechaza la formalidad: nace en periféricos hornos de barro, de patios de tierra. De ahí se esparce por la ciudad, en voceos al aire libre desperdigando el: “¡Chipacooo… chipacooo…!

Uno bien hecho, debe tener, necesariamente, el tropiezo del chicharrón mal molido. Su forma es redonda pero no perfecta y su color es rubión tirando a castaño. Se envuelve en papel de astraza y se lleva rápido al lugar de la tenida matera, antes de que se enfríe del todo.

Tiene un primo, el moroncito, quizás el único tentempié típicamente santiagueño, sin parangón en la Argentina y de cuyo sabor, olor, forma y gustor hablaremos otro día, con más espacio, para dar una idea de este prodigio de la maestría culinaria santiagueña.

Uno de estos días, los incesantes vientos de la modernidad lo han de extirpar por completo de estos pagos. Quizás lo quieran reemplazar por un menjunje moderno que los viejos ni probaremos, por miedo a que nos agarre tiña, hidropesía o algo peor. El mundo ha de perder entonces la postrera alhaja de un tiempo dichoso. Y el último perfume feliz de chipaco recién horneado, escapará para siempre por la calle Independencia, rumbo a quién sabe dónde.

Juan Manuel Aragón                   

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