06/11/2020

Opinión

El yoporejemplismo, una de las formas de molestar al prójimo

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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El yoporejemplismo, una de las formas de molestar al prójimo

El yoporejemplismo es uno de los males más extendidos en la sociedad. En las conversaciones con amigos viene a ser como un grano indeterminado, pues uno al principio no se da cuenta, pero algo lo está molestando. Si busca bien, si afina el oído, al fin se percata. Es el tipo que todo comentario lo comienza con un “yo por ejemplo”. Y corta de inmediato lo que le ibas a decir, pues su “yo, por ejemplo” es mucho más trascendente que el tuyo, así esté contando la última anécdota de la tortuga de su vecino.

“¿Vos sabes que mi perro, el Bobi, me lleva los zapatos a la cucha?”, dices vos creyendo que el otro festejará la ocurrencia de tu mascota. Pero no. Ahí nomás retruca: “Yo por ejemplo, tenía un perrito que le llevaba las bombachas de mi señora a la calle”. Siempre le pasó algo igual o peor.

Son buena gente, vecinos respetados, profesionales responsables, dedicados a su familia, pero al mantener una conversación cualquiera, tienen ese pequeño gran defecto, un pueril afán de protagonismo.

En ocasiones comparten un momento con gente que sabe de un determinado asunto y en la reunión general no caen muy bien sus observaciones. Estás en el café con los amigos y el yoporemplista. Llega uno que es físico nuclear y hace mucho no ven. Le preguntan sobre el trabajo y el tipo empieza a hablar de una partícula muy pesada e inestable, bajo investigación en esos momentos:está constituida por dos quarks encantados, perteneciente a la familia de los bariones. Obviamente nadie entiende nada, y justo cuando el amigo está por explicarlo en palabras sencillas, por bajarlo a tierra, como se dice, sale este a decir: “Yo por ejemplo siempre me llevé física a marzo”. El mágico momento se pierde, el científico también se pone a hablar de fútbol y una conversación que pudo haber sido al menos esclarecedora, ha extraviado su camino para siempre, entre los meandros aceitosos de un cometario tonto.

En su mal encarado afán de protagonismo, calculo, es como si el amigo —a veces la amiga— tuviera mal resuelto algún drama de la infancia, quizás lo trataban mal los padres, los hermanos, o los amigos de la juventud no le daban la palabra para decir sus bocadillos o la señora o el marido no le hacen caso cuando habla, entonces en la primera oportunidad a mano, se pone de modelo, como si fuera la medida de todas las cosas.

Este tipo viene a ser una subespecie del estúpido Flanders, vecino de Homero Simpson: aunque no tanto, digo, en honor a los amigos yoporejemplistas que leerán esta nota, pero de una parecida bobaliconería.

Visto bien, quizás sea un complejo de inferioridad. Como todos saben es un sentimiento en el cual una persona se cree con menos valor que los demás. Para compensarlo, digo, no sé, eleva sus triviales anécdotas, sus cuentos remanidos, sus intrigas sin susto, sus frases hechas, sus historias insulsas, sus asuntos anodinos, a la categoría de paradigmas, no digamos universales, pero sí al menos del barrio, como un metro patrón para el resto del vecindario. Piensa: “¿Arruinaste una camisa al plancharla?, a mí por ejemplo me arruinaron todo mi guardarropa en una tarde, ¡tomá pa vos!”.

¿Es gente tóxica?, en general no, ya se dijo, son buenos pero molestitos y cansadores, nada más. Si vas al café, a encontrarte con los amigos, sentarte en la otra punta de la mesa suele ser efectivo: muchas veces piden atención exclusiva pero solamente de quienes se sientan a su derecha, a su izquierda y descartan a los más alejados.

El yoporejemplismo es una de las muestras más patéticas del afán de protagonismo de algunos, repletos de anécdotas propias, sordos a las historias de los demás, henchidos de orgullo por una importancia que no es tal sino la patética miseria de quienes no tienen nada para decir.

Alguien, alguna vez, debería decirles aunque fuera “¡eh , bárbaro!, che”. Pero no suele haber gente con ánimos para esos menesteres.

Aquí donde me ve, yo por ejemplo, no me animo.

Juan Manuel Aragón                   

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