14/09/2020

Opinión

Para combatir la pandemia, acuda a Terminator y el rulo de la historia

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Para combatir la pandemia, acuda a Terminator y el rulo de la historia

Un problema estudiado por los escritores de ciencia ficción, es el bucle o rulo de la historia. Con la primera Terminator (termineitor), se planteó la cuestión, tal vez para millones de espectadores. En ese film, Arnold Schwarzenegger es el malo, viene del futuro a matar a un chico que en el futuro será el héroe de la resistencia de los humanos en una desigual guerra desatada contra las máquinas. Bueno, más o menos así era.

Ahí Schwarzenegger es una máquina, un tipo de acero que lleva una computadora adentro. Imagine, la película se estrenó en los cines de la Argentina en 1985. Había preanuncios futuristas pero como suele suceder en estos casos, los expertos se dieron cuenta después. Si no se hubiera inventado el submarino, la idea de Julio Verne en “20 mil leguas…”, sería eso nomás, la original idea de una muy buena novela.

Pero aquí el asunto es otro. Si Schwarzenegger vuelve del futuro para matar a un chico que se convertirá en un problema cuando crezca, significa que cuando sea grande, los otros volverán a mandar un malo al pasado para liquidarlo, en una sucesión de envíos imposible de romper. El futuro que imaginamos lineal, se transformaría en un rulo pues, llegado un punto, siempre debería volver al pasado. Y lo peor, indefinidamente.

Otra buena imagen para entender el problema es el perro intentando morderse la cola: dará vueltas en círculo toda su vida, sin alcanzarla jamás: a medida que se va volteando para pegarle el tarascón fatal, ella también cambia de lugar. El tipo vuelve al pasado y cuando llega el futuro, debe volver de nuevo al pasado, en una sucesión infinita de regresos con la cola siempre al alcance del mordisco, siempre lejos. Una rueda sinfín para convertirlo —a su pesar— en inmortal.

Si hubiera una máquina del tiempo para ir al futuro, también habría complicaciones. Imagine; lo envían al año 2120. Pueden suceder dos cosas. Una, se queda a vivir ahí, en cuyo caso lo pondrían en la lista de la gente desaparecida para siempre de los lugares que solía frecuentar. La otra posibilidad es que lo manden allá a vivir un tiempo, digamos hasta septiembre del 2121 y luego lo hacen volver.

¿Entonces? Bueno, otro rulo. Llegado el 2120, usted, ya estaba del todo muerto pero, volvería a vivir porque es un enviado del pasado y, luego de otro año en ese mundo, volvería al mismo pasado que, para la gente es hoy. En este caso viviría cientos, quizás miles de muertes en una dimensión inexistente del tiempo y el espacio.

Estas contradicciones han sido planteadas también en otras películas del cine mundial, con más gracia que estas pobres letras de un triste lunes entre Santiago del Estero y Tucumán, la Argentina, mientras el invierno termina de correr por campos, montes y ciudades. Usted podría decir: “¡Pero che!, habiendo tantos problemas más apremiantes para resolver, y este quiere ponerme a pensar en disyuntivas irresueltas de películas de ciencia ficción”.

Respuesta: Sí, sí, pero, ¡oiga!, ¿no es mejor concentrarse en estas cuestiones, antes que andar pensando en que este año, a la hora del vitel toné (si es que), no habrá un mango para un cohete fósforo partido por la mitad? Concéntrese en laburar para salir adelante, por supuesto, en esa estamos todos, pero hágalo pensando en que quizás en el bucle de la historia, a usted le toca ser el tipo que la máquina del futuro no va a encontrar, sólo porque está tirando para no aflojar, en la oficina, la calle, el comercio, visitando clientes, tras el volante, empujando el carrito, preparando viandas, dando clases por telefonito, barriendo calles. En esos lugares Termineitor no va a buscar, si él anda por Hollywood, Los ángeles, por ahí. Despreocúpese.

Juan Manuel Aragón                   

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