27/01/2019

Opinión

Pedro y Pablo, los caballos que le ganaron a la crueldad y a la muerte

Un aviso de WhatsApp con dos caballos a la venta. Un caso de maltrato animal extremo entre miles. La pelea de Silvina Apás contra la indiferencia y el desconocimiento de la Policía y la Justicia frente a la tracción a sangre. La lucha de Pablo, un caballo rescatado en los huesos, por sobrevivir. El esfuerzo de las organizaciones proteccionistas y la necesidad urgente de una legislación para erradicar el flagelo.

El viernes 3 de noviembre, después del asueto por el Día de los Difuntos, Silvina Apás, coordinadora de Animal Libre, se subió en su camioneta y manejó desde el centro hasta el barrio Las Palmeras, al sur de la capital, en busca de una vivienda en la que, según información confiable, había dos caballos que se encontraban en venta.

Durante esa semana varios contactos le habían enviado capturas de un anuncio de WhatsApp en el que un hombre ofrecía a ambos animales por el precio de $1000 y un celular, aclarando que en caso de no poder venderlos los mataría, ya que no le servían más para trabajar.

Haciendo tareas de inteligencia, Silvina pudo reconocer el portón de la casa que aparecía en las imágenes y observó que en el patio de tierra efectivamente estaban los dos equinos, ya pertrechados para salir a tirar del carro en una nueva jornada de esclavitud y explotación. Lo primero que notó la mujer fue el estado desesperante de uno de ellos, con el cuero pegado al esqueleto y múltiples llagas y heridas en todo el cuerpo y las patas, lo que hacía inverosímil que el animal pudiera realizar el más mínimo esfuerzo sin caer pronto abatido y muerto.

El otro caballo, un ejemplar de color marrón más joven y en condiciones un poco menos deplorables pero igualmente maltratado y con serios problemas en sus extremidades, era sin duda el que afrontaba todo el peso de la carga e incluso el de su compañero, pensó Silvina. Estaba claro que era a este animal al que su dueño podía asignarle algún valor, y que el otro era añadido como una yapa para hacer un poco más atractiva la oferta y deshacerse de él. Quizá el comprador podría sacarle algún provecho faenándolo o simplemente lo dejaría abandonado en un descampado, en donde agonizaría hasta morir.

Por el contrario, para Silvina era el caballo blanco el que necesitaba ser rescatado y atendido con más urgencia. El sábado muy temprano se dirigió hasta la comisaría de Lastenia para realizar la denuncia y pedir que los sacaran de la casa, pero el agente con el que habló le dijo que no conocía la ley 14346 de Maltrato Animal, del año 1964, porque nunca había atendido un caso de este tipo y porque no se la habían enseñado.

Más allá de la discusión, y luego de explicarle la reglamentación vigente y de casi dictarle la denuncia al policía, éste le dijo que de todas formas deberían esperar a que el caso llegara al fiscal de turno, quien tendría que emitir una orden para que ellos pudieran actuar.

Incrédula y consternada, Silvina fue hasta la Dirección de Delitos Rurales, en donde halló un poco más de comprensión. El comisario Godoy la escuchó y le propuso ir hasta el lugar para comprobar la situación, pero con la condición de que se trasladaran en el vehículo particular de la mujer y de civil para no despertar sospechas en los residentes de la casa. El jefe se cambió el uniforme, se puso una camisa y los dos se dirigieron hasta la propiedad. Cuando el funcionario policial confirmó la denuncia, solicitó refuerzos a la Caballería y a la comisaría y encabezó un operativo para secuestrar los caballos.

Ya en la vivienda, Silvina advirtió que también tenían un potrillo, quizá un reemplazante de los que iban a ser vendidos o sacrificados, y le rogó al comisario que se lo llevaran, pero en ese momento varias mujeres de la familia salieron en actitud beligerante y dispuestas a obstaculizar el procedimiento. El comisario le dijo que era mejor retirarse con los dos animales y dejar el otro porque no contaban con personal femenino para contener la situación en caso de que de que se produjera algún tipo de entredicho.

Ya entrada la mañana, con la ayuda del suboficial principal Navarro de Caballería, del sargento Daniel Caro de Delitos Rurales y del agente Jorge Olivera lograron sacarlos del lugar. El caballo de color claro apenas podía moverse por su cuenta, por lo que tuvieron que sostenerlo y conducirlo lentamente para salir del barrio hacia la ruta.

La imagen puede contener: una persona, caballo, árbol, exterior y naturaleza

Los policías le habían advertido a Silvina que la División Caballería no contaba con ningún trailer para realizar el traslado porque los suyos estaban en reparación, de modo que ella tendría que correr con el gasto. Alquiló uno por $1100. Iban a llevarlos a 'La Volanta', que cualquiera podría pensar es el lugar más indicado para un caso de este tipo. El trabajo de subir los caballos al trailer fue otro de los momentos desgarradores de la mañana; todos quedaron registrados en videos que la referente de ALUISA compartió luego en las redes sociales como testimonio de un caso, uno entre muchos en la provincia, de maltrato animal extremo. Mientras lo acariciaba, Silvina bautizó allí al animal más desvalido como Pablo. Su compañero se llamaría, un poco lúdicamente, Pedro.

Quienes rescatan y protegen a los animales conviven con la atormentada conciencia de estar ayudando a un ser vivo y de saber que se trata sólo de un caso aislado en medio de una continuidad infinita que, en una medida humana, sólo podría ser controlada, como en cualquier otro caso de vida en comunidad, por un Estado protector. En Tucumán a diario se ven caballos explotados y abandonados, mal nutridos, exhaustos, heridos, lastimados por los azotes, deshidratados, descalzos, hembras preñadas que a veces paren en la calle, potrillos que traccionan sin haber alcanzado un desarrollo adecuado. Algunas organizaciones como Herraduras en la Calle se hacen cargo de cumplir el rol que le corresponde al Estado, pero está claro que la dimensión del problema sobrepasa las intenciones de cualquier iniciativa particular.

El trajín de aquel sábado fue nada más que el comienzo de una sufriente peregrinación en busca de que la institución policial y la justicia pudieran asegurarle contención a Pedro y Pablo y luego, ante la imposibilidad de que esto ocurriera, de que Silvina pudiera hacerse cargo de ellos. En Tucumán no existen protocolos ni conciencia del poder Judicial y de las fuerzas que colaboran con él para sostener y llevar a cabo causas por maltrato animal.

La denuncia por maltrato recayó en la fiscalía del doctor Bonari. Éste libró una orden de resguardo para que los dos caballos quedaran en la Sección Caballería y que allí se les brindaran los cuidados necesarios. Un veterinario, el doctor Rebora, les hizo los primeros controles y el análisis de Anemia Infecciosa Equina (AIE), una enfermedad muy contagiosa y letal que se disemina también a través de la TAS. Aunque el diagnóstico no era nada favorable para Pablo, más tarde fue imposible encontrar a otro profesional que quisiera atenderlos. Ocho o nueve se negaron a hacerse cargo del caso en vista de que los animales estaban en la órbita de la Policía y de que en la Caballería no contaban con los elementos necesarios que exigía la gravedad del estado de ambos. Solamente una técnica veterinaria, Verónica, colaboró.

Pronto Silvina se dio cuenta de que Pedro y Pablo habían escapado a una muerte segura en manos de sus explotadores para caer en una muerte segura en La Volanta de calle Jujuy. Allí también se encontraba Benjamín, otro ejemplar rescatado de la trata al que la fiscal Reuter mantuvo en condiciones sumamente precarias durante largo tiempo antes de darlo en tenencia responsable. Su historia quedó registrada en la Página de Facebook Salvemos a Benjamín. Hoy, el animal ya disfruta de una nueva vida.

Silvina comenzó a ir todos los días para darles de comer y controlar su evolución. Durante esas visitas a lo largo de noviembre, en varias ocasiones se dio con que Pedro había desmejorado y no podía levantarse. Los policías se limitaban a comentarle con indiferencia que hacía horas que el caballo yacía tirado. La situación se tornó intolerable la mañana del día 17, cuando Silvina encontró a Pablo deshauciado luego de haber pasado toda la noche en el suelo. Entre lágrimas registró el momento en que varios agentes lo ayudaron a ponerse en pie luego de suplicarles largamente, mientras denunciaba el estado calamitoso del rocín como testimonio de la inacción de la justicia y le exigía al funcionario que dictaminara su liberación.

En un principio ella buscaba que el fiscal le entregara los animales en tanto representante local de Animal Libre Argentina, para llevarlos a un terreno privado en donde serían mejor atendidos. Pero como la organización no cuenta con propiedades en la provincia, el fiscal no le reconoció jurisdicción. Así las cosas, la activista tuvo que enfrentarse a un sinnúmero de obstáculos impuestos por la burocracia que hace las veces de método de trabajo entre los funcionarios públicos. Le pedían los papeles del caballo, los papeles de la titularidad de la propiedad a la que pensaba llevarlos, la dirección exacta, la ubicación en Google y otros requisitos que seguramente ninguna autoridad le había exigido nunca al anterior poseedor del animal.

Finalmente Silvina consiguió la ‘tenencia precaria’ de Pedro y Pablo y los trasladó por su cuenta a una parcela un poco más grande que una cancha amateur de fútbol dentro del extenso predio de la fábrica de su hermano, a un costado de la autopista que conecta la ciudad con Tafí Viejo. Ello fue posible gracias a que en medio de la vorágine de trámites su familiar le recordó que un sector del terreno estaba a su nombre, por lo que podría presentar los papeles para saldar la exigencia judicial.

Cuando fuimos a visitar a Pedro y Pablo para la entrevista a fines de diciembre, ambos estaban pastando plácidamente bajo el sol de la siesta. Pablo, el más manso, ofrece su tranquila cabeza a las caricias. Su aspecto aún evidencia las marcas de una reciente desnutrición extrema pero ya no se corresponde con el de aquella fantasmal figura sustraída a la muerte. El cuero presenta magulladuras varias en proceso de cicatrización y está cambiando el pelaje. A algunos metros, Pedro pace contra un alambrado y se muestra inquieto por la presencia de una yegua cercana. Ha ido mejorando al punto de mostrarse brioso y querer agredir a su anterior compañero de yugo, razón por la cual Silvina los mantiene separados a la espera de su castración. Su nueva tutora les da un alimento especial para reforzar su recuperación. Lo devoran en pocos minutos. Ella los visita tres veces en el día y al final de la tarde los dos quedan amarrados a un árbol con agua y comida a su alcance.


Silvina Apás es artista plástica y hoy combina su trabajo, que implica realizar constantes viajes a Buenos Aires, con la tarea de atender a Pedro y Pablo. Hasta ese día de mediados de diciembre había invertido casi 20 mil pesos en ellos con la ayuda de otros equipos de Animal Libre Argentina que contribuyeron para poder enfrentar estos gastos. Durante la charla demuestra que está convencida de varias cosas: de que la problemática de la tracción a sangre debe ser abordada integralmente, junto a otras subyacentes como la de los grandes basurales que jalonan el paisaje urbano, porque tanto el carrero como el caballo son víctimas de una situación de marginalidad, que la sociedad y la clase política legitiman y avalan al considerarla como “un trabajo digno”, un rasgo cultural o una práctica irresoluble, fomentando su persistencia en el tiempo. Las familias que sobreviven al amparo de ese abandono autogestionándose en el acarreo de residuos se encuentran atrapadas en un círculo de pobreza, malnutrición, delito y maltrato animal, al margen de cualquier iniciativa pública que les permita lograr alguna forma de movilidad social ascendente.

Por ello deben ser incorporadas a la comunidad desde la iniciativa política a partir de directrices diametralmente opuestas como la creación de cooperativas, la implementación de planes sociales con integración en industrias locales, la ubicación en puestos de trabajo en pymes locales, el asesoramiento para la autogestión, la facilitación de microcréditos, del uso de vehículos motorizados, la enseñanza de oficios. Se deben realizar censos y bases de datos que proporcionen información sobre salud, adicciones, enfermedades crónicas, niveles de escolarización y deserción, y poner en marcha capacitaciones y soluciones articulando las diferentes secretarias y subsecretarías.

Asimismo, el sector debe cumplir con las normas legales vigentes con relación a los animales contando con libretas sanitarias que incluyan el análisis de AIE y controles periódicos de la salud del animal.

También, de que es inaceptable cualquier solución que no implique la reconversión total de la TAS, tal como se ha realizado en la provincia de Salta, ya que toda iniciativa regulatoria, como algunas que se han intentado aplicar por algún tiempo en Tucumán, no contribuirá más que a reproducir el problema y reforzar el statu quo de la pobreza.

Aluisa (Asociación por la lucha y Salud Animal), de la que Silvina también es referente en Tucumán, asesoró el proceso de reconversión de la TAS en la provincia vecina, donde se logró la prohibición de la práctica a partir de una decisión política que tuvo éxito y aprobación social, basándose en un trabajo interactivo entre todas las Secretarias y Subsecretarias del Estado Provincial. Sin dudas, la actual crisis económica está contribuyendo al agravamiento del problema, como puede observarse a diario en las calles tucumanas.

Tercero, de que hoy por hoy resulta ya escandalosa la indiferencia de los servidores públicos de todo el arco político respecto a este sector de la población, negándose a escuchar cualquier reclamo o propuesta dirigida a encarar la búsqueda de soluciones, aunque más no sea por un interés meramente electoral. En este sentido, sostiene Silvina, la sociedad comienza a evolucionar más rápido que su clase dirigente, por lo que tarde o temprano la demanda será impostergable.

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En septiembre del año pasado ingresó en la Legislatura un proyecto de ley que propone la creación de un programa provincial para la eliminación de la tracción a sangre (TAS), impulsado por los legisladores José María Canelada y Adela Estofan de Terraf (UCR) con participación de las ONG Animal Libre y Aluisa-Ley No Más TAS, y para cuya elaboración se contó con asesoramiento de especialistas en la materia.

A pesar de los reiterados ruegos de la coordinadora local de Animal Libre a los legisladores oficialistas, el proyecto no fue tratado en la Comisión de Seguridad y Justicia durante 2018. Ahora se espera que sea considerado en el año legislativo que comienza en marzo, para lo cual es necesario que el reclamo se amplifique en toda la provincia. Una manera de hacerlo es participando en las marchas que la ONG viene organizando cada mes contra el maltrato animal, con epicentro en la Plaza Independencia; firmando los petitorios, interiorizándonos sobre este flagelo y aportando desde nuestro lugar de ciudadanos en pos de lograr en los próximos años un Tucumán libre de tracción a sangre. (El Diario 24)




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