30/08/2020

Opinión

Los suicidas se juegan a suerte y verdad en cada paso a nivel

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Los suicidas se juegan a suerte y verdad en cada paso a nivel

No te deben temblar las manos. Evitá, por favor ese estremecimiento de pavor. Tienes que estar bien seguro de lo que harás. El triunfo será tuyo, aunque nadie lo apreciará. Tus amigos, tus padres, los conocidos y quienes te miren en ese instante, no sabrán apreciar u valentía, tu sangre fría, el arrojo con que te jugarás la vida.

Podrías hacerlo de a pie, como otros. O como los borrachos, que no se dan cuenta de nada hasta que están del otro lado, fiambres, rumbo a la morgue. Lo volverás a hacer uno de estos días porque sí nomás, porque el coraje ciego de los hombres se prueba todos los días en esas aventuras hechas para los temerarios.

No vas a esperar que alguien te diga cómo vivir. Cuestión de orgullo. No solamente los varones lo hacen, las mujeres también se juegan; son más prudentes, pero cuando pueden se lanzan con todo al vértigo de ese segundo en el que maravillosamente, se puede ir la vida. Lo mejor es cuando te percatas de que si pierdes es para siempre. Nadie va a decir “qué héroe”.

Lo más probable es que en la familia se acuerden de vos como el estúpido que jugaba a ganarle al tren en los pasos a nivel cuando estaba la barrera baja. Ni a pobre tonto vas a llegar. Con el paso del tiempo te odiarán por haber sido tan imbécil. Ya sé, no te importa.

Lo vas a intentar como una gracia. Porque a) mostrarás a tus amigos el triunfo sobre los que trabajan en el ferrocarril y el maquinista que te vio de lejos, sabiendo que no iba a detener el convoy, no le dabas tiempo, b) también ganaste unos minutos preciosos que hubieras perdido si quedabas esperando que pasara esa chorrera de vagones del carguero y c) te burlaste de automovilistas, camioneros y colectiveros que quedaron del otro lado, esperando, los muy estúpidos.

Vos ibas en tu moto y llevabas a tu hijo. Con casco, eso sí, porque si no la maldita policía de Santiago del Estero te retiene la moto y debes pagar un fangote para que te la devuelvan. No le vas a contar lo que has hecho a tu mujer, porque no va a entender.

Nadie sabe lo que siente un suicida en potencia, como vos, ninguno se anima a pasar rozando la nariz de un tren de miles de toneladas de peso o a jugarse la vida —a suerte y verdad— en un semáforo en colorado.

Vos vas en tu moto, en tu auto, en tu camioneta o de a pie y si no pasas rápido con la barrera baja, si finalmente el maquinista gana la carrera, no importa, porque te van a olvidar rápido. Nadie se acuerda de los descerebrados a los que le juntan la materia gris del pavimento en cucharitas de té.

No seas vos ese.

Juan Manuel Aragón                   

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