07/05/2018

Tucumán

Fútbol

Un día se hicieron hombres: la enorme clasificación de San Martín ante Villa Dálmine

Con sufrimiento, con incertidumbre, con coraje, con suerte (buena y mala) y en el último minuto, bajo una lluvia constante, el Santo logró el pase a la semifinal del Reducido de la B Nacional y sueña con la vuelta a Primera.
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"El último que quede en pié" San Martín logró la clasificación en la última jugada, Villa Dálmine hizo un partidazo en Ciudadela pero se le escapó. (foto de Nicolás Núñez)

Llegar a la adultez no es un proceso fácil, alcanzar la cima de la madurez es una tarea silenciosa y conflictiva que requiere de temple y fortaleza, es por eso que hay muchos que parecen vivir en una adolescencia eterna mientras la vida se les pasa por entre las piernas, porque no tienen el valor de dar ese paso fundacional, o las herramientas para encarar el camino definitivo.

Y los que estuvimos el domingo por la tarde en el estadio de La Ciudadela podríamos decir que vimos dar ese paso al San Martín de Rubén Darío Forestello, justo en el momento más critico. Pues este San Martín que se ganó el calificativo de "épico" en todas las crónicas deportivas, se parece poco al que veíamos en el 2017, ese que le costaba ganar y más aun jugar buen fútbol, pero que pudo crecer y superar esa inmadurez inicial, para con los bríos de un equipo joven inyectarse de un ímpetu que los llevó a merodear la punta de la tabla de posiciones en el último tramo del torneo de la B Nacional, y hasta llegar a la última fecha con posibilidades reales de salir campeón. Pero el Santo todavía estaba "verde", y el peso de ser el mejor lo doblegó dos veces, primero con Flandria y después con Brown de Adrogué, empate y derrota cuando tuvo la oportunida de ser el mejor, que se convirtieron en las dos piedras que más pesaban en la mochila de San Martín al salir a la cancha, para empezar a disputar el octogonal final ante Villa Dálmine.

Villa Dálmine fue un rival inmenso, llegó de punto a la parada más difícil y no se achicó nunca, aprovechó cada oportunidad que tuvo para golpear a San Martín de manera contundente, para herirlo y derribarlo. El Ciruja acusó recibo del primer gol de Pablo Burzio que lo dejó tambaleando, sin jugar bien, y que encima podría haberse derrumbado cuando Marcos Rivadero amplió a dos la diferencia, porque en la jugada previa la pelota que parecía del empate (y la clasificación) había pegado en el travesaño.

Los hombres se forjan a los golpes dicen algunos, pero también surgen gracias al apoyo de la gente querida, y este San Martín golpeado se fue en el entretiempo al vestuario entre una lluvia de agua y de aplausos, pues la hinchada había entendido que a pesar del mal resultado, el equipo estaba todavía metido, estaba intentando jugar al fútbol para revertir la situación, demostrando una actitud que le había faltado días atrás.

En el segundo tiempo fue cuando sucedió todo. El Santo salió como disparado a la cancha, apuntando hacia el arco de Martín Perafán, movilizados por el ingreso de Franco Costa que dejó un surco de tanto ir y venir por la izquierda, así como del otro lado lo hizo Walter Busse al adueñarse de la banda derecha y oficiar de marcador lateral y wing al mismo tiempo. San Martín por fin se adueñó de la pelota y tuvo situaciones, una más clara que la otra pero la figura del arquero visitante o la mala suerte no dejaban que llegue el ansiado descuento, otro factor que podría haber desmoralizado al plantel que sin embargo no se dejó comer por los nervios. Y finalmente llegaron los goles, que no se merecen sino que se hacen como dicen los futboleros pero el Santo hizo las dos cosas, empató el partido, el rival encima se había quedado con uno menos por la correcta expulsión de Cristian González, y gracias a la ventaja deportiva conseguía el pase de ronda.

Los técnicos, Forestello y Felipe de la Riva, comenzaron entonces a mover las piezas para hacer frente a los últimos minutos de juego, y en la primera jugada parecía que ese ajedrez se inclinaba nuevamente para la visita porque ante la mala salida del arquero Ignacio Arce para cortar el centro, vino el gol de Ramiro López a los 39 minutos del segundo tiempo, no quedaba nada y otra vez San Martín recibía un golpe terrible, pero no estaba herido.

Entonces fue que obró el milagro. En el tercer minuto de descuento la pelota cayó en el área de Villa Dálmine por última vez, la sacaron en la línea, la cacheteó el arquero, no la tiraron al córner, hasta que le quedó servida a Juan Galeano que la mandó por fin contra la red para desatar toda la alegría del pueblo Ciruja, que no podía creer tanta alegría, tanto sufrimiento, tanto fútbol.

En el final hubo incidentes con algunos jugadores y miembros del cuerpo técnico de Villa Dálmine, que no deben empañar la gran tarea que hizo el Viola en Tucumán, el visitante fue un rival dignísimo para San Martín, que incluso puede haberlo ayudado a encontrar lo mejor de sí y ahuyentar los fantasmas que rondaban La Ciudadela después del mal paso en Adrogué, por eso, en vez de las imágenes de las piñas y los resbalones, mejor quedarse con la postal de los jugadores reunidos en el centro de la cancha, llorando algunos, pero con la frente alta y recibiendo el merecido aplauso de su entrenador que les reconoció la entrega.

Así fue como San Martín cambió la piel en el momento más difícil, resurgió de las cenizas y ahora puede usar este logró para hacerse todavía más fuertes, se vienen instancias aun más exigentes y el Santo necesitará seguir este camino inaugurado este domingo entre la lluvia, el barro y las lágrimas para poder alcanzar finalmente el sueño de volver a Primera. ©eldiario24.com

 

 




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