09/12/2019

Culturas

La reinvención de Los Ratones

Tras 11 años de ausencia en la provincia y una separación en el medio, la banda de Juanse y compañía revisitó en Floresta sus clásicos en un gran show no exento de novedades y con la trayectoria a flor de piel.
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Desde lejos no me ves. Faltó el ojo paranoico en la escenografía.

La primera vez que vi a los Ratones en Tucumán, una noche invernal de 2000 o 2001 en Villa Luján, a pesar de mi poca experiencia me quedó la impresión de que había sido un recital como en las buenas épocas: oscuridad, policías, un poco de desorden, agite y mucha introspección y curiosidad a falta de redes sociales. Luego los músicos que subieron como sombras al escenario con cigarros, vasos de cerveza y quién sabe qué más en las manos y se pusieron a tocar, eso sí, rocanrol, sin mediar palabra durante casi todo el show.

Volvieron un par de veces en 2007 y 2008 y después ya no más hasta que el sábado a la noche se concretó el regreso, tras once años de ausencia en la provincia y una separación en el medio. Aunque, como se me ocurrió pensar mientras un poco desorientado buscaba ampararme de la lluvia por la Avenida Colón, ya se hace largo para ser regreso y deberíamos estar hablando de una Segunda Época, ni más ni menos.

La intermitente tormenta alivió un poco la sofocación del día y a esto también contribuyeron Juanse, Sarco, Roy y Pablo Memi, dedicados hoy a refrescar sus clásicos con pericia y buena onda. Son ellos, los mismos, con más años encima, si bien no puedo calcular cuántos porque desconozco a cuántas primaveras humanas equivale un año ratón.

Ahí está Juanse, con la irónica parquedad de siempre que no precisa de aditivos para poseer al artista, su distintiva kinesis de sacudidas de guitarra y movimientos de cintura y una gran cruz de lentejuelas en la remera –no era la misma con San Expedito que llevaba al salir del hotel-, conservando el mutismo entre tema y tema porque todo lo dice con la guitarra en las 21 canciones de la lista. Memi, de punta en blanco y hecho uno con el bajo beatle, aportándole distinción al conjunto; Sarco, que debajo de la gorra te dibuja todo con la guitarra y en algún momento levanta la vista para pedir Un vodka doble; y el titánico Roy, marcando el tiempo, que no parece afectarlo a él más que en sus ondulados cabellos blancos.

La imagen puede contener: una o varias personas y personas en el escenario

Hay más pedal, más cambios de guitarras, o al menos eso me pareció. Variaciones, arreglos nuevos, improvisaciones y distorsiones puras y duras. El sonido acompaña y el resultado es de otro nivel. Bromean entre ellos, hacen chistes con los instrumentos, se autoparodian. Como el ventilador de pie que apacigua un poco el clima en el escenario, ellos les insuflan nuevo aire a sus canciones, les sacan brillo y las ponen a rodar de nuevo en la calle para envidia y ejemplo, porque para qué otra cosa si no sirve los clásicos. Y eso que quedaron varios afuera.

Suma varios puntos la gente de PFB Producciones por la organización, la buena atención a los artistas y a la prensa, el atractivo manejo de las redes. No tanto el público, que sigue raleando en presentaciones importantes. Será por la crisis, porque los mismos de siempre ya están viejos, con hijes o porque votaron a Macri, o porque los más jóvenes buscan emociones en otros lados. Es probable que nada dure para siempre como lamenta el hit que reemplazó al Rock del Gato en los cierres, pero con lo hecho basta y sobra para que sus majestades tengan un lugar asegurado en el cielo o en el Purgatorio y sobre todo en la memoria musical contemporánea.

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