13/02/2020

Tucumán

El chico al que todos ven y nadie quiere mirar

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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El chico al que todos ven y nadie quiere mirar

Mate de Luna y Ejército del Norte,este mismísimo miércoles por la tarde. Mírelo bien, es un chico descalzo de los muchos que piden “alguito para comer” en el semáforo mientras usted le hace que no con el dedo y sigue oyendo la  radio. Es el Tucumán de verdad que bulle en las calles, el que nadie quiere mirar, ni los legisladores ni los gobernantes ni los empresarios ni los que tienen trabajo aunque sea mal pagado. Usted también se hace el de mirar hacia otro lado. Y yo también.

Si mirásemos las cifras, nos daríamos que su Tucumán es el verdadero y  el nuestro, una lotería que ganamos sin merecerla. Porque  el trabajo en blanco en esta provincia, llega al 30 por ciento de los que laburan,  pero solamente inflando las cifras como un globo. La pobreza es un abismo que nos separa casi de la misma manera. Un 30 por ciento, quizás menos, mal  que  mal tenemos las básicas necesidades de la  vida  bien satisfechas, el resto que apenas come, cuando come. Mejor no hablemos  de los chicos flaquitos y con la panza hinchada, para los que se inventó un índice propio, así no nos comparan con lo peor del África.  El abandono escolar es tan grave, que si un día fueran a la escuela todos  los alumnos  que  deben asistir, colapsarían no solamente las aulas sino también los colectivos, los comedores escolares y las maestras y profesoras no darían abasto. Hay gente que no se enteró todavía que la ley considera obligatoria también la enseñanza  secundaria en toda la Argentina.

Todavía hay estúpidos en este país que sostienen que el ejemplo debe comenzar desde arriba. Claro, pedir paredón para los políticos es fácil porque no te van a  oir, che tonto. Lo jodido sería  proponernos nosotros mismos ser mejores para que, el día que nos convoquen a la función pública, demostremos que tenemos cómo sacar la situación adelante. Recordemos que esos que están arriba, algún vez fueron usted o yo, aquí abajo, puteando a todos los Cielos, muertos de envidia. Porque si llegamos, ¿sabe qué?, al otro día estrenamos la Toyota, compramos una casa nueva, lejos  del barrio pobre de toda la vida, levantamos una tapia de treinta metros de alto para no sentir las puteadas de los vecinos y que se haga agua la achilata.

A veces sentimos orgullo por cosas pequeñas que nos suceden como sociedad, obtener  un campeonato, el premio de un científico, un alumno destacado. Quizás debamos reservar este sentimiento para cuando consigamos algo grande, pero todos los tucumanos juntos, como lograr que quien busque trabajo lo encuentre. Lo otro es fácil: un equipo deportivo ganador, un profesor laureado, son  emergentes de una sociedad  en permanente crisis, gente que tuvo suerte o que se  esforzó individualmente por llegar a algo y lo logró. En una de esas la gran empresa que  nos esperacomo un todo  en conjunto, sea lograr que no haya más chicos  descalzos  pidiendo limosna para comer en los semáforos.

Pero si no le gusta todo el escrito anterior, entonces cuando detenga  su vehículo en una  esquina, mire a los ojos al chico y en la cara dígale que no. Si se anima, todo está perdido. Pero si no tiene el coraje de hacerlo, hay una luz de esperanza al  fondo del túnel.

Una pequeña ilusión.

Pequeñita.

Como ese chico de la  foto, ¿lo vé?

©Juan Manuel Aragón

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