15/12/2021

Opinión

Cómo detectar a un argentino cuando anda de turista en otra parte

Por: Juan Manuel Aragón
Cómo detectar a un argentino cuando anda de turista en otra parte | El Diario 24 Ampliar (1 fotos)

Cómo detectar a un argentino cuando anda de turista en otra parte

En la ciudad de origen andan bien vestidos, pantalón largo, peinados con perfecta raya al costado, zapatos lustrados, falda de la camisa adentro del pantalón, todo bien lavado y planchado, obviamente, no te lo salen a la calle hechos unos cirujas. Pero van a otra parte de vacaciones y creen obligatorio pasear de chancletas, pantalones ridículos, sombreros que no le pondrían ni a una yegua sodera, mostrando que van de turistas. Oye, ¿a quién quieres impresionar si allá no te conoce ni el loro?

Aquí son formales y corteses, pase señora, no, por favor, después de usted, faltaba más, hablan bien, educadamente, sin levantar la voz. Están en otra parte y conversan a los gritos con la patrona: “¡Mirá el Partenón!, hecho una verdadera ruina”, le dicen a los alaridos, creyendo ser los primeros en hacer el pésimo chiste. A pesar de todo ella sigue a su lado, no se ha alejadoni un milímetro, porque les recomendaron los de la excursión. “Caminen juntos, no se separen, sigan siempre al guía”. Mirá si alguno se pierde por una callecita cualquiera y conoce una pizca de la realidad verdadera del país visitado.

Se visten de manera zaparrastrosa, si vieran a uno así, aquí en su pago, le darían una moneda de limosna a ver si compone el atuendo, pero están en otro país, al parecer pierden la vergüenza y van con una remera que si la donan para trapo se las devuelven como hondazo. El guía explica: en ese templo, la catedral de Zaragoza, hay un pilar puesto por la Virgen María en persona. Entonces pega el grito a la Peores Nada: “Escuchá, escuchá Yesica, lo que dice el guía, que esta es la iglesia del Pilar, a quién quiere embromar, la basílica del Pilar queda en Recoleta, esta es re trucha; pero ahora ponete ahí, así te saco una foto”. A los argentinos no nos van a joder así nomás, ¿no?

Por si fuera poco, no tienen idea de fotografía, pero llevan una máquina colgada al cuello como si fueran el mismísimo Pedro Luis Raota. Oye, mejor disfrutá el momento, capaz que no vuelves más en la vida. Comprá unas postales así cuando las pelas en tu casa, recuerdas tan hermoso viaje, conociendo, mirando culturas distintas.

Es un viaje ´aspiracional´ —así se dice ahora— de muchos argentinos. Los ricos de mucha mosca, los platudos en serio digamos, hace un tiempo se iban a países exóticos, para mostrar que estaban un poco más allá del pobrerío, a Egipto pongalé. No entendían un soto de nada, lo realmente importante era contarlo: “Con mi marido viajamos a Egipto el año pasado”, decía la vieja. O a las islas griegas, eso no importaba sino que se supiera, no han ido a Europa como todos esos pobres, sino a algo supuestamente superior. “¿Has visto a la momia?”, preguntan los amigos al regreso. “Uf, no sabes, me aburrí de ver momias”, responden.

Los refinados inventan actualmente, algo más arriba todavía. Pongalé Wáshington, ¿por qué?, bueno, necesitan consultar un texto en latín que solamente está en la Biblioteca del Congreso, avisan, poniendo cara de Jorge Luis Borges. Tienes que pedir el libro a consultar con dos años de anticipación. y te lo entrega, en una sala especial, el senador senior de Ohio, Sherrod Campbell Brown en persona, haciéndote una reverencia. Eso es turismo, no macanas. Capaz que el tipo va de mochilero a parar en la casa de unos parientes, pero te da todos estos datos y le terminas creyendo. Para peor al toque gugleas el nombre del senador y ahí está, es cierto, existe el quía.

Un hombre y su esposa han ido a Europa varias veces, como ya conocen, saben cómo manejarse, tienen amigos, viajan por comarcas poco holladas por los turistas, disfrutan de pasear por lugares inexplorados, conocer países, qué come y cómo se viste la gente todos los días, van a sus bares, recorren las comunes calles de pueblos y ciudades, hablan con los vecinos, son parte de las multitudes como si fueran locales, tratan de pasar desapercibidos.

Al volver, en el aeropuerto de Barajas pongalé, deben hacer la fila con otros que también vienen para aquí, entonces oyen la chillona tonada de los porteños y sus gritos destemplados: ¿”Shevamos las pantuflas de cartón que nos dieron en el hotel, para regalar a los amigos, shevamos?”, pregunta uno, gorra colorada de los Chicago Bulls, ojotas de última moda compradas en una tienda de Turín, pantalones cortos deshilachados por el uso, camisa con flores rojas y azules. Luego comenta: “Era verdad lo que dijo el tío Eleuterio, acá no comen carne, ¿vistes?”, y agrega: “Me muero por un buen bife, no hay como los de la Costanera”.

El hombre y su esposa se miran con aires de complicidad y se sienten de nuevo en la Argentina. Las vacaciones han terminado.

Juan Manuel Aragón                   

Leer más notas de Juan Manuel Aragón




Recomienda esta nota: