19/12/2021

Opinión

El salpicón y la posibilidad de alcanzar el Purgatorio

Por: Juan Manuel Aragón
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El salpicón y la posibilidad de alcanzar el Purgatorio

El salpicón no solamente sirve para comerlo, también es usado, a veces con no muy buena fortuna, como una metáfora política. Si un partido se junta con otro y entre los dos ponen candidatos mezclados, es un salpicón, aunque otros prefieran llamarlo una ensalada, para seguir con las metáforas culinarias, perdonando la palabra.

En un salpicón de los buenos, es decir de los de antes, entraban: a) restos de la comida de ayer, b) también de la de anteayer, c) sobrantes de carne, d) papa hervida, e) tomate, f) algo de lechuga para darle un toquecito verde.

Esta comida se levanta cual una solución para el ama de casa, cuando la heladera se llena de restos de días anteriores y las madres comienzan a temer la pérdida definitiva de esos alimentos. Es decir, a la vez que un almuerzo, vendría a ser una solución gastronómica de bajo costo para cualquier día de la semana. Si quiere darle un toquecito, doña, agregue un poco de mayonesa, y quedará disfrazado de salpicón riquísimo.

Este plato difícilmente se hallará en los refinados libros de los grandes cocineros del mundo. La receta pasa de generación en generación, de madres a hijas y a nietas, desde mucho antes del invento de las heladeras. Es comida de hogares humildes, vamos a decirlo también, pues en los grandes palaceres del norte argentino no se la consume, al menos eso queremos suponer. En otras partes le dicen ropa vieja, pero nadie diría que tales y cuales políticos se juntaron para hacer una ropa vieja sino más bien para lo contrario, es decir, comprarse nuevos trajes, autos, casas de fin de semana, una rubia para solaz y esparcimiento.

En una casa con seis hermanos, como la mía, pocas veces mi madre hubo de recurrir a esta pequeña trampita de la cocina antigua, con mis hermanos siempre teníamos un hambre tan voraz que pocas veces quedaban sobras en la heladera, menos si eran carne.

En alguna pensión de las muchas que habité durante gran parte de la década del 80 y parte del 90, había salpicón todas las semanas. Como mis compañeros de pieza solían molestarse con su sola presencia en el plato, nada les decía, pero me encantaba. No es fácil tener espíritu de pobre, no por elección personal sino como leve acatamiento a uno de los mandatos del Evangelio. Si bien nunca dejé todo para ir tras los pasos de Nuestro Señor, al menos lo intenté y lo sigo haciendo con estos pequeños gestos con los que quizás gane el Purgatorio.

Iba a terminar la crónica ahí nomás, cuando se me ocurrió consultar con San Google acerca de la ropa vieja. Es una combinación de carne deshebrada en una salsa de tomate, pimientos y especias. Platillo cocinado lentamente para dar paso a una carne suave. ¡Ah, no!, entonces no es lo mismo, me digo. En otras partes del mundo, como en Méjico, le llaman salpicón de res a una comida más parecida a la ropa vieja.

Entonces entiendo que quizás el nombre de la comida de pequeños trozos de carne de un puchero de ayer, más papa también como sobrante y con unos tomates cortados en cuatro, quizás sea una comida solamente argentina, al menos con ese nombre. Y me apercibo de la riqueza de un idioma español, confundido entre tantos países como llegó a conquistar, dando sus toques aquí y allá en la cultura, así tenemos algo para conversar cando nos juntamos con otros a hablar la dulce lengua de Cervantes.

Báh, digo, pero quién sabe.

Juan Manuel Aragón                   

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