29/08/2020

Tucumán

GRAVE

Revocaron la prisión domiciliaria del violador que acosaba a su vecina de 12 años

La Justicia finalmente resolvió que Leiva vuelva a prisión y ya fue trasladado.

Diferentes ONGs y fiscales impulsan una propuesta que busca modificar al artículo 84 bis y 94 bis de la ley 27.347 que en el año 2017 reformó, en forma parcial, el Código Penal. 
Con este proyecto la pena mínima para los delitos de tránsito permitiría que los autores tengan prisión efectiva. En el coloquio virtual “Delitos en el Tránsito” que organizó la Asociación Civil Luchemos por la Vida se debatió esta modificación.

La pesadilla de J. por fin terminó. Desde hace más de un mes, la nena de 12 años era víctima de acoso por parte de un vecino condenado por violación, llamado Gregorio Evaristo Leiva, que se obsesionó con ella al punto de acosarla sistemáticamente todos los días.

La situación incluso la llevó a tener que abandonar su hogar y esconderse en la casa de un familiar.

En las últimas horas y tras la difusión del caso, la Justicia de Tucumán decidió revocar el beneficio de prisión domiciliaria que Leiva, de 71 años, había recibido en junio pasado por ser un paciente de riesgo ante la pandemia del coronavirus.

“Después de mucho trabajo y gestión, se consiguió ya el traslado del abusador en el caso de J., luego de 24 horas de emitida la resolución. El cuerpo de abogados, dependiente del Ministerio de Gobierno y Justicia de la provincia, ejercerá el patrocinio, que fue aceptado ayer por la familia”, indicaron a Infobae desde la Secretaría de Derechos Humanos de Tucumán.

Tras enterarse de la resolución judicial, Eliana, la mamá de J., contó que su hija recibió la noticia con mucha satisfacción y emoción: “Llora de alegría. Me dice que volverá a jugar y a andar en patín”. No es para menos: según había contado la madre, la menor no podía ni siquiera salir al jardín o ir a jugar en su barrio por el pánico que le despertaba poner un pie en la calle.

El drama de la nena y su familia tuvo lugar en la localidad de Alderetes, muy cerca de San Miguel de Tucumán. Leiva cumple una condena desde 2017 por abuso sexual agravado luego de haber violado y embarazado a su propia hija hace algunos años. Cuando le concedieron el arresto domiciliario, se instaló en su casa ubicada a dos cuadras de la de J. y su mamá.


Triste episodio

El primer episodio de acoso ocurrió el 27 de junio. Ese día, Leiva hizo una reunión con sus amigos y comenzó a tomar. Al ver a J. jugando en la calle, comenzó a decirle groserías. Eliana increpó a Leiva luego de que su pequeña hija, entre lágrimas, le contara lo que había ocurrido. El hombre no se inmutó y ni siquiera le contestó.

Después, la madre de la nena visitó varias dependencias policiales y judiciales para que atendieran su denuncia, aunque la derivaron de un lado a otro sin darle las respuestas que necesitaba.


Ella pedía custodia policial para evitar que el violador se acercara a su hija. “Al principio no pensamos que fuera a pasar nada. (Leiva) tenía tobillera electrónica y no se podía escapar. Pero comenzamos a verlo todos los días en el barrio. Anda en moto de un lado a otro. Sólo pedíamos un policía en la puerta, nada más”, comentó.

Así, fue hasta la comisaría de Alderetes, al Patronato de Liberados, a la fiscalía de la zona y a la Regional Este, hasta que le dijeron que volviera nuevamente a la comisaría. En el medio pasaron casi dos semanas y, mientras tanto, Leiva seguía acosando a J.

La primera denuncia por acoso quedó radicada el 10 de agosto y casi no tuvo efecto. En la comisaría le dijeron a la madre que no tenía sentido que siguiera con las denuncias porque la causa ya estaba en la Fiscalía de Delitos contra la Integridad Sexual y que ellos debían actuar. Sin embargo, por la pandemia, la sede judicial estaba cerrada. Recién esta semana la convocaron y pudo ampliar la denuncia.

La Justicia finalmente resolvió que Leiva vuelva a prisión. Ya fue trasladado. A la vez, se dispuso una consigna policial en la puerta de la casa de Eliana. Anoche, J. finalmente pudo volver a su hogar.


Por el miedo, J. tuvo que esconderse en la casa de un familiar
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