15/02/2020

Argentina

POBREZA EXTREMA

Los wichis salteños: Sin trabajo, alimentos y salud, y acosados por los desmontes

Tras la muerte de 8 chicos, los Wichis se enfrentan al drama del “exterminio lento”.
Los wichis salteños: Sin trabajo, alimentos y salud, y acosados por los desmontes | El Diario 24 Ampliar (1 fotos)

Foto: Emmanuel Fernández.

En lo profundo del monte salteño, en lo que va del año, ya han muerto 8 niños wichis por desnutrición, y eso ocurrió en tal solo dos meses. 
La situación es crítica y la muerte acecha a muchos más niños, jóvenes y hasta adultos, que no reciben atención médica, medicamentos, comida y les falta el agua potable.
Aislados, marginados, discriminados, sin agua y sin atención médica, los aborígenes asentados en Salta, en los departamentos de San Martín y Rivadavia, pelean por sobrevivir, en medio de la pobreza extrema y el abandono.
Corridos por la frontera agropecuaria, acosados por los desmontes irracionales, sin trabajo, sin médicos y sin medicamentos, los aborígenes agrupados en 7 etnias (wichis -en mayor medida- guaraníes, chorotes, chulupíes, tobas, tapiete y lantawos) intentan resistir al “exterminio lento”, como ellos mismos denominan a la situación.
Un informe de Clarín dio cuenta que los wichis, atraviesan problemas de diabetes, chagas, niños que nacen con discapacidades, retraso madurativo y malformaciones, son el denominador común en esta zona. Aún así, no bajan los brazos y siguen.
Por primera vez en su historia, Santa Victoria Este tiene un intendente wichi. Rogelio Nerón, que ahora ha empezado a ocuparse de sus hermanos aborígenes. Aún así “no conseguimos respuestas rápidas del gobierno. Ha venido la ministra de Salud, ha prometido cosas y que íbamos a trabajar juntos; nos habló bonito, que se iban a ocupar, pero no nos atiende el teléfono”, le dijo a Clarín Pablo Solís, cacique de la comunidad La Puntana, a 65 kilómetros de Santa Victoria, en el límite con Bolivia.
Las misiones o comunidades están asentadas fuera de los municipios, en parajes rurales, en pleno monte. 
Viven en la miseria: las “casas” son palos que sostienen plásticos negros para “atajarse” del sol, del frío, con piso de tierra, techo de paja o algunos “privilegiados” con techo de chapas. La mayoría de las familias duermen hacinadas, hasta 12 personas bajo un plástico, en el piso, sin ninguna protección.

En lo profundo del monte salteño, en lo que va del año, ya han muerto 8 niños wichis por desnutrición, y eso ocurrió en tal solo dos meses. 

La situación es crítica y la muerte acecha a muchos más niños, jóvenes y hasta adultos, que no reciben atención médica, medicamentos, comida y les falta el agua potable.

Aislados, marginados, discriminados, sin agua y sin atención médica, los aborígenes asentados en Salta, en los departamentos de San Martín y Rivadavia, pelean por sobrevivir, en medio de la pobreza extrema y el abandono.

Corridos por la frontera agropecuaria, acosados por los desmontes irracionales, sin trabajo, sin médicos y sin medicamentos, los aborígenes agrupados en 7 etnias (wichis -en mayor medida- guaraníes, chorotes, chulupíes, tobas, tapiete y lantawos) intentan resistir al “exterminio lento”, como ellos mismos denominan a la situación.

Un informe de Clarín dio cuenta que los wichis, atraviesan problemas de diabetes, chagas, niños que nacen con discapacidades, retraso madurativo y malformaciones, son el denominador común en esta zona. Aún así, no bajan los brazos y siguen.

A la espera de una solución

Por primera vez en su historia, Santa Victoria Este tiene un intendente wichi. Rogelio Nerón, que ahora ha empezado a ocuparse de sus hermanos aborígenes. Aún así “no conseguimos respuestas rápidas del gobierno. Ha venido la ministra de Salud, ha prometido cosas y que íbamos a trabajar juntos; nos habló bonito, que se iban a ocupar, pero no nos atiende el teléfono”, le dijo a Clarín Pablo Solís, cacique de la comunidad La Puntana, a 65 kilómetros de Santa Victoria, en el límite con Bolivia.
Las misiones o comunidades están asentadas fuera de los municipios, en parajes rurales, en pleno monte. 

Viven en la miseria: las “casas” son palos que sostienen plásticos negros para “atajarse” del sol, del frío, con piso de tierra, techo de paja o algunos “privilegiados” con techo de chapas. La mayoría de las familias duermen hacinadas, hasta 12 personas bajo un plástico, en el piso, sin ninguna protección.


En la desidia total 

Jesús Milagro tiene 4 años; nació con una discapacidad severa y anda en un cochecito desvencijado. Allí duerme desde que nació, prematuro, a los 5 meses, porque su madre rompió bolsa.

No habla y apenas se mueve. Tiene los ojos bien abiertos y una sonda en la boca, a través de la cual lo alimentan con leche (cuando tienen). Se le ve a la sonda restos de tierra y suciedad pegada.

El niño vive con sus padres, Juan Carlos Maldonado (32) y Griselda García (35), en la Misión Cevilar, a 7 kilómetros al sur de Tartagal. Son desocupados, no consiguen trabajo, no tienen animales de qué alimentarse y, como si fuera poco, deben criar a otros 5 hijos, todos chagásicos y uno de ellos, de 14 años, desnutrido. “No tenemos medicamentos, el agente sanitario pasa, con suerte, una vez por mes”. De vacunas ni hablar.

Viven debajo de un toldo negro de plástico, con dos “paredes” también de plástico negro, sin baño y sin cocina. Duermen los 8 juntos en restos de colchones en el suelo. Están expuestos a cualquier cosa: picadura de vívoras, mordeduras de ratas, vinchucas. 




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