La ciencia ficción nos regaló las escenas más memorables de futuros apocalípticos. Mad Max, Terminator, Blade Runner nos contaron historias sobre un avance tecnológico tan terrible que llevó a las sociedades humanas a estar sometidas al poder de las máquinas de una u otra forma. Esos mundos imposibles, que solo existían en libros y películas, hoy no son una realidad tan alejada. Esto se debe en gran parte al vertiginoso avance tecnológico del último tiempo. Pero más allá de la fascinación del primer momento, desde el MI6 advierten de un grave peligro en esto.
Los gigantes tecnológicos en el ojo de la tormenta
Los robots humanoides ya están entre nosotros, no es ninguna novedad. Un ejemplo es el de Tesla, Optimus, diseñado en principio para realizar tareas sencillas del hogar. Pero incluso ya existen modelos que se están incorporando a distintas fábricas y empresas, desplazando la mano de obra humana. Además, a esto se suma el gran despegue de la inteligencia artificial con una capacidad extraordinaria para resolver casi todo en segundos.
Expertos señalan que estamos frente a un cambio radical de escenario que tiene implicancias en múltiples niveles. Este increíble desarrollo viene elevando cada vez más las apuestas y está llevando el potencial de nuestras máquinas a niveles impensados. Es el caso del primer soldado robot del mundo que ya está operativo, denominado como el de la película Terminator: T800. Con impactos devastadores en el campo de batalla que hoy son una realidad.
Además, se suman otros similares. Las empresas tecnológicas están utilizando la inteligencia artificial para crear drones especializados y otras armas autónomas con la capacidad inédita de matar a un posible enemigo con una participación humana mínima. Incluso se habla de armas biológicas personalizadas con ingeniería genética. En este sentido, la pérdida de supervisión humana en los sistemas de control resulta más que alarmante. Pero no es el único problema.
Entre la paz y la guerra
La aparición en el centro de la escena de personajes como el multimillonario Elon Musk, a cargo de numerosos proyectos tecnológicos además de propietario de la plataforma X, o su exsocio de PayPal Peter Thiel, marca el clima de época. Ambos son considerados entre las personas más influyentes del planeta con un poder sin precedentes, y algunos señalan que tienen la capacidad de hacer la diferencia entre la paz y la guerra.
La empresa de Thiel, por su parte, viene sacando provecho de la guerra de Ucrania con distintas jugadas, dado que la está utilizando como laboratorio para el desarrollo de sus sistemas de IA militar que simplemente delegan la decisión de matar en algoritmos. Asimismo, la tendencia general es apostar al máximo desarrollo posible, por fuera de las cuestiones éticas, acelerando a fondo para utilizarlo como ventaja estratégica.
En este sentido, Blaise Metreweli, la primera mujer al mando del servicio secreto británico MI6, incorporada recientemente al puesto, lanzó una notable advertencia respecto a estos gigantes. Destacó que nos encontramos en un momento de ruptura entre las grandes figuras tecnológicas y el poder político tradicional, de manera que estas empresas no son solo un actor más. Son entidades que rivalizan con los estados por su capacidad de influencia y control.
Una concentración excesiva de poder
Además, también está la cuestión respecto de cómo se despliegan estas tecnologías y se salen de control en relación a la información, como un arma en sí misma cada vez más peligrosa. Teniendo en cuenta que la falsedad se propaga mucho más rápido que los acontecimientos verdaderos, la tecnología opera facilitando en gran medida la distorsión de la realidad. Mientras que, al mismo tiempo, provoca fracturas sobre la noción de verdad, central para el funcionamiento dentro de las propias comunidades. Frente a esta concentración excesiva de poder, Metreweli remarca que el desafío por delante no se trata solo de quién maneja las tecnologías más poderosas, sino quién las puede orientar con la mayor sabiduría posible. Para esto, el mundo tiene que despertar.